lunes, octubre 06, 2008

Para que del amor no quede ninguna duda

Y allá iba, corriendo de un lado a otro. Reía y gritaba emocionado, como si fuera el único en el lugar. Luego de soltar una carcajada por la travesura hecha, el niño de nuevo corría de aquí para allá, mientras su mamá nerviosa lo seguía con la mirada y le gritaba.
"¡Juanito, estate quieto..., te puedes caer!"... "¡Juanito, por favor, bájate de ahí, no te vayas a lastimar!"... "¡Juanito...!", "¡Juanito...!"... y Juanito seguía en su mundo, riendo y corriendo, aquí y allá. Todos en la fila del banco reían con las ocurrencias del pequeño y por el nerviosismo de la mamá...
De pronto, el niño, con clara discapacidad motora, corrió hasta llegar a su mamá y la abrazó fuerte, la miró, le sonrió y le dijo, balbuceando con mucho trabajo: "¡Te quiero mucho, mamá!".
Así, espontáneo, Juanito permaneció con su madre abrazándola, con los ojos cerrados; en su rostro se podía apreciar cómo disfrutaba plenamente el momento.
¿10 minutos, media hora? No sé cuánto tiempo estuvo así, hasta que se durmió en los brazos de su madre. La fila del banco avanzaba lenta y Juanito y su madre permanecían casi en el final de ésta.
La pobre mujer luchaba ahora por sostener una bolsa de compras, su bolsa de mano y a Juanito que permanecía dormido. Quise ofrecerles mi lugar, pero confieso que el tiempo me apuraba, pues tenía que ir a trabajar; no lo hice y la verdad es que me arrepiento.
Sin embargo, gracias a un buen samaritano la mujer pasó exactamente detrás de mí y pudo llegar a la ventanilla casi al mismo tiempo que yo lo hice en otra.
Al terminar, como por arte de magia Juanito despertó y lo primero que hizo fue sonreírle a su madre, quien le devolvió una hermosa sonrisa, poniendo al descubierto los pocos dientes que tenía; la reacción del niño fue automática y la abrazó muy fuerte de nuevo.
Y antes de que ambos se retiraran del lugar, Juanito nos regaló una sonrisa y, como para que no quedaran dudas sobre lo que antes le había confesado a su madre, con un grito dijo: "¡Te quiero mucho, mamá!", y le plantó un fuerte beso en la mejilla.
Fue la mejor experiencia que tuve ese día y es algo que aún hoy me deja con un nudo en la garganta.

Remate
Las grandes experiencias, las grandes lecciones suceden a menudo junto a nosotros y, por lo general, vienen de personas sencillas; sucede que a veces nos ganan los ruidos de las actividades diarias y no vemos ni escuchamos, preferimos ocuparnos de otras cosas e ignoramos a los demás. Qué bueno es de vez en cuando sentir ese nudo en la garganta, en medio de la frescura humana de aquellos que nos enseñan algo para la vida... Hoy abracé a mis hijos tan fuerte como Juanito me enseñó, y de nuevo pude experimentar esa emoción de sentirme vivo, de ser persona. Es lo maravilloso de la naturaleza humana que, hasta hoy, nunca ha dejado de sorprenderme.— Mérida, Yucatán.
aaldazg@dy.sureste.com http://angelaldazg.blogspot.com/

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