jueves, febrero 15, 2007

Una “libertad” que perjudica

Juan Esteban de 11 años fue golpeado por su tío de 23 por haberle dicho que le gustaban más las telenovelas que el fútbol. “Me sacó de quicio, no resistí más y me lo m... Me en... ver que desde chiquito anduviera de p...”, confesó. Juan perdió el ojo derecho.
Casos como éste —denunciado en el Distrito Federal— son comunes, aunque las denuncias son un tímido reflejo de la realidad, pues la gente no demanda por vergüenza o temor: prefiere acallar la situación, a pesar del dolor y el trauma de los menores.
A los escándalos de pornografía y violencia distribuida en celulares, de películas de pedofilia en Mérida, de violaciones tumultuarias en lugares oficiales y de fiestas after de jóvenes en esta capital se suma el de la prostitución juvenil en calles y bares del centro.
Carlos (el nombre lo escogió él, no es el verdadero) tenía 13 años cuando comenzó a “frecuentar la 60” en busca de dinero con “quien quisiera aceptar” sus “servicios”.
En una plática que tuve con él hace varios meses me decía: “Cuando salgo digo que voy al cine o a bailar... Si tú caminas por la Plaza Grande vas a ver que hay incluso más chavitos que yo y más descarados. En toda la 60, desde la 63 hasta Santa Ana, mucha gente (hombres) nos buscan”.
Entre lo más increíble que me platicó está que muchos de estos menores —de entre 14 y 16 años, bien disimulados por su estatura— participan en unas “fiestas” con otros hombres, “donde abundan la bebida, la música y los cigarros”.
Desafortunadamente, como en muchos otros casos, “hablar de este asunto implica enfrentarse a grupos que callan con violencia a los 'soplones'”. Además, Carlos dice que con los recientes escándalos que aparecen en la prensa, su papá le ha hecho “comentarios muy gruesos”, por si le “descubre en algo sucio”, lo que le hace temer. Ya no quiere hablar y yo lo respeto, aunque le sigo ofreciendo mi ayuda si la necesita.
Al hablar de este tema con un conocido me decía: “Creo que en poco tiempo muchos matrimonios seremos vistos como 'anormales', 'raros', 'contados con los dedos de las manos'... Esto es producto de la 'libertad de mente', de la modernidad. No sé a dónde iremos a parar... Me preocupan mis hijos”.
Hace dos meses Carlos cumplió sus 15 años y me confesó, en una plática final, que decidió sepultar para siempre todo comentario sobre el asunto y que estaba muy preocupado, pues se quería hacer sus primeros exámenes de VIH/Sida, pero sin que su familia sepa.
¿Cuántas denuncias se han hecho públicas ante escándalos y crímenes relacionados con menores sin que las autoridades actúen? Piden nombres a sabiendas de que la gente no denuncia por temor, pues ha visto que son las mismas autoridades las que propician y a veces promueven mediante el silencio, la colusión o la mordida actos que degradan a las personas.
Me preocupa no saber más de este joven, pero acato sus órdenes al solicitarme contundentemente antes de despedirse: “Publica esto”. Es vergonzoso que las autoridades no hagan lo necesario por el bien común y peor que haya padres que “ignoren” lo que hacen sus hijos y lo que sucede a su alrededor.
Remate
La “libertad sexual” es un trago difícil para la sociedad, pues ya rebasó el ámbito privado y entró al público en medio de escándalos, y los hijos están ahí, imitando todo. De sus educadores, del ambiente donde se desarrollen depende su comportamiento. La familia se tiene que apoderar de nuevo de su papel de educadora, ante las omisiones y la tolerancia de los gobiernos. Si los padres no actúan, otros ya lo hacen, pero para dañar a los hijos.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com
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