viernes, octubre 26, 2007

Pese a todo, vale la pena vivir

"Cuando yo intenté quitarme la vida estaba en mi cuarto, con mi cabeza atascada de que yo ya no tenía que estar aquí porque para qué o a qué vine al mundo si mi mamá no me quería...", éste no es el inicio de una novela, sino el dramático relato que una joven hace de sus tres intentos de arrancarse la vida por problemas en su casa.
Cada año se registran en el país cerca de 3,200 muertes, en su gran mayoría de adolescentes y adultos jóvenes, por suicidios, según la Dirección General de Servicios de Salud Mental de la Secretaría de Salud. Estas cifras incluyen un aumento de muertes por esta causa en mujeres de 11 a 20 años, grupo que triplicó su tasa de mortalidad de 1990 a la fecha.
Yucatán reporta una de las cifras más altas del país: 17 por cada 100,000 habitantes, más frecuentes que Canadá y algunos países del Caribe que registran los índices más altos de América Latina.
Pero ¿qué mueve a una persona a pensar en la muerte como una opción para "solucionar" sus problemas? Las razones pueden ser diversas, pero todas confluyen en una sola: sentirse sola.
"La primera vez que me quise suicidar fue a los 10 años. Ese día estaba yo sola en la casa; a mí me deprimen los días nublados, los días sin sol y ese día estaba muy nublado, llovía y estaba muy deprimida porque me acababa de pelear con mi mamá. Me encerré en mi cuarto y ella salió. Para mí fue fácil decidir quitarme la vida porque sentía que sufría mucho. La que tenía la culpa aquí no era yo, sino ella..., yo tenía la razón, ella se equivocaba...".
Es el adolescente el que se puede encontrar en esta situación, pues lo que busca es alguien o un grupo de gente que lo valore y lo haga desistir de su decisión, que aún no está seguro de tomar. ¿Qué lleva a un adolescente a pensar siquiera en hacer algo así? La falta de atención, de cariño o de amigos; lamentablemente, la soledad es un mal que enferma al ser humano.
"La segunda vez intenté con una sobredosis; estaba muy muy mal, porque de plano ya no quería vivir. Estaba muy triste, me peleé con mi mamá y me corrió de la casa..., me enojé con mis hermanos, con mis tías, con mis amigas, con mi novio. No sabía qué hacer. Lo único que quería era ya no existir, no sufrir más, quería estar tranquila y pensé que si me quitaba la vida me evitaría los problemas en casa...
"Me sentía triste porque mi mamá nunca se había portado así conmigo, porque era de otra manera; para mí era la salida más fácil, me sentía sola, nadie me hacía caso ni me comprendía, no tenía apoyo de nadie.
"Mi tercer intento fue a los 12 años, más o menos, pero una amiga me salvó..., incluso ella se cortó al intentar quitarme la navaja y entonces me sentí culpable. Ella me dijo que la vida tiene sentido, que siempre hay una amiga y que a ella la podía considerar mi amiga, que me apoyaría en todo...".
Los amigos juegan un papel muy importante para restablecer la vida luego de un trance difícil, porque pueden llegar a tener mucha autoridad moral sobre quien experimenta estas crisis.
La luz en el camino existe, pero a veces no la vemos y preferimos la solución más sencilla, la que no tiene marcha atrás. Es más valiente aquel que lucha y enfrenta sus problemas que el que huye y causa aflicción a quienes se quedan.
La historia de esta joven termina bien y el mensaje es claro: "Hoy vivo conociendo todo y disfruto mucho la vida, cada momento, cada minuto y quiero enseñar a otros a amarla también".

Remate
Cuando hay una excelente comunicación en la familia, difícilmente hay salidas falsas y equivocadas. Es importante convencer con razones a los hijos por qué vale tanto la pena vivir.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com
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