miércoles, octubre 18, 2006

Vejez: enseñanzas de la vida

“Lo siento, pero no me gusta nada esto de estar viejo, me enferma”, me dijo un día don Manuel, un hombre de 70 años con quien ya tengo la costumbre de platicar cuando me encuentro con él.
En contraste, leía que una maestra española de secundaria y estudiante de la licenciatura en Filosofía, Magdalena Vignau de Aguirre, asegura que cada vez que piensa en la ancianidad lo hace con temor, “pero de no llegar a ella”.
Es un hecho que hoy mucha gente resalta lo negativo de la vejez, pero para no lastimar a las personas mayores la llama con delicadeza “tercera edad”. ¿Qué ha pasado con la ternura de las palabras “viejito” o “anciano”? Se dice que la vejez se vive de acuerdo con la experiencia que de niño se tuvo con las personas ancianas más cercanas.
Personalmente puedo decir que tengo recuerdos muy gratos y edificantes que provienen de encuentros con mucha gente anciana.
En primer lugar, mis abuelos a quienes pude conocer. Todavía recuerdo que disfrutaba ir a casa de uno de ellos, porque encontraba muchos tesoros ahí, pero sobre todo porque él nos platicaba sus aventuras y experiencias de niño y de joven, y disfrutaba escuchando todas sus anécdotas.
No hay nada más hermoso que platicar con un anciano, beber su experiencia y su sabiduría anima a vivir. Y aunque podemos alcanzar la plenitud espiritual desde las primeras etapas de la vida, lo ideal es llegar a la ancianidad y desarrollarnos en todos los aspectos intelectual, espiritual y socialmente.
Si bien es cierto que nuestros viejitos no pueden realizar las mismas proezas de los 20 años, también lo es que han ganado en experiencia y sabiduría.
Nada en la vida es gratuito, excepto la vida misma. El ser humano, por cuestiones de un ciclo de vida, pierde en el aspecto físico pero gana en el vivencial.
En este período de la vida el papel de la familia es fundamental. El apoyo emocional y las relaciones familiares significativas son de mucha ayuda en el proceso de vivir la vejez con alegría.
La dimensión física y psíquica del hombre están condenadas a sufrir un inexorable declive tras unos años de plenitud; asimismo, nuestra dimensión espiritual tiene la vocación de un continuo crecimiento hasta el momento cumbre de la muerte.
Los ancianos juegan un papel de suma importancia en la vida familiar, sobre todo en los niños: son su unión con el pasado y el signo viviente de la trascendencia del ser humano. Por lo pronto, yo quiero llegar a viejo y disfrutar de lo que la vida y muchos ancianos me han enseñado. Ojalá que Dios me conceda esa dicha.
Remate
Creo que los seres humanos no tememos llegar a la vejez o a la muerte, sino a la posibilidad de llegar solos y sin afecto. La caída del cabello, la piel arrugada y el caminar lento no son las verdaderas razones por las que tememos, sino porque llegue el día en que los que amamos dejen de planear junto a nosotros y comiencen a planear para nosotros. Es la posibilidad de perder el amor. La vejez no necesita ser una almohada llena de recuerdos sobre la que descansemos en el ocaso de una vida plena. Seguiremos siendo personas capaces de ser amadas, con las mismas necesidades de siempre, aunque nuestro físico sea diferente; necesitamos amar y ser amados hasta el día de la muerte. ¡Benditos los ancianos! Los viejos no sólo merecen respeto, sino el pago justo de una vida vivida para otros, un paso para trascender en la vida familiar ahora y después de la muerte.— Mérida, Yucatán.

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