Hace poco buscaba la oración correcta del “Ángel de la Guarda”, una de esas investigaciones que se me ocurren, “tan sólo por aprender algo más”.
Encontré un artículo de Martha Morales sobre los “Ángeles Custodios”. Entre las cosas interesantes, hubo un concepto que inició una buena reflexión: los “ángeles custodios” —o “Ángeles de la Guarda”— son “grandes aliados para vivir la coherencia de vida”.
A partir de ahí, analicé si en mi vida he sentido la influencia de algún “ángel custodio”; busqué entre los recuerdos y sentimientos a esos grandes aliados que me han ayudado a “vivir con coherencia”. Y descubrí que esos ángeles sí existen y que han estado más cerca de lo que suponía.
Por mucho tiempo los he llamado papá, mamá, hermanos, hijos, esposa, confesor y amigos. Sin embargo, cualquiera que sea el nombre con el que los llame, siempre serán “ángeles custodios”.
Y es a lo largo de mi vida he tenido junto a mí personas que han puesto el punto exacto en muchos momentos claves.
Así, puedo mencionar a gente que siempre ha estado pendiente de mí para apoyarme cuando más lo necesito. Desde hace mucho que esas “presencias” me han acompañado. Por ejemplo, de niño fueron Juan Ernesto y su familia. También Víctor, Ileana, Alina, la madre Pilar y mucha gente que se quedó conmigo para siempre.
Cuántas cosas se aprenden de simples lecturas, a veces pequeñas y aparentemente sin importancia; ciegos que somos, dejamos pasar tantas lecciones que pasan ante nuestros ojos para crecer.
Sor María de Jesús de Ágreda, mística del siglo XVII, decía: “Hemos de ser agradecidos al beneficio que Dios nos ha hecho en darnos ángeles que nos asistan, enseñen y encaminen en las tribulaciones y trabajos. Este beneficio lo tienen de ordinario olvidado las personas..., y por este olvido se privan los hombres ingratos de muchos favores de los mismos ángeles”; por eso, sé que estoy a tiempo de decir gracias Beto y Gina, gracias Marcos y Genny, gracias Luis Jorge y Paty, y gracias Pepe.
Pero si he de ser muy justo y coherente, como esos “ángeles” me han enseñado, debo dar las gracias a quien no sólo le ha dado razón a mi vida, sino que ha sido más que un “ángel de la guarda” que Dios me ha regalado: Nora, gracias por estos años de matrimonio maravillosos.
Remate
Sin menospreciar la importancia divina de los “Ángeles Custodios”, esta reflexión me lleva a otro tema igual de importante: el matrimonio. La realidad social prueba que el matrimonio aún marca la diferencia. En el libro “The Case for Marriage”, publicado en Estados Unidos, las sociólogas Linda Waite y Maggie Gallagher demuestran con datos los beneficios que a largo plazo supone el matrimonio para las parejas y para la sociedad, beneficios que justifican que el matrimonio sea tratado como una opción social preferente. Su conclusión es que el matrimonio es lo más parecido a un seguro de vida de largo alcance. El matrimonio y la familia proporcionan un sentido de dependencia, el sentido de amar y ser amado, de ser absolutamente esencial para la vida y la felicidad de los demás. Esto da una perspectiva diferente para afrontar los problemas porque hay personas que dependen de ti, que cuentan contigo o se preocupan por ti. De ahí que celebro participar de esa vida familiar y matrimonial que me enriquece cada vez que despierto y continúa cada vez que me duermo. En una misa a la que asistí hace poco, el presbítero preguntaba: “¿Hacia dónde vas?”. Confieso que la respuesta aún la analizo dentro de la dimensión del matrimonio, pero creo que tiene que ver con la felicidad de dos que se vuelven uno. Vale la pena reflexionar en esto.— Mérida, Yucatán.
Encontré un artículo de Martha Morales sobre los “Ángeles Custodios”. Entre las cosas interesantes, hubo un concepto que inició una buena reflexión: los “ángeles custodios” —o “Ángeles de la Guarda”— son “grandes aliados para vivir la coherencia de vida”.
A partir de ahí, analicé si en mi vida he sentido la influencia de algún “ángel custodio”; busqué entre los recuerdos y sentimientos a esos grandes aliados que me han ayudado a “vivir con coherencia”. Y descubrí que esos ángeles sí existen y que han estado más cerca de lo que suponía.
Por mucho tiempo los he llamado papá, mamá, hermanos, hijos, esposa, confesor y amigos. Sin embargo, cualquiera que sea el nombre con el que los llame, siempre serán “ángeles custodios”.
Y es a lo largo de mi vida he tenido junto a mí personas que han puesto el punto exacto en muchos momentos claves.
Así, puedo mencionar a gente que siempre ha estado pendiente de mí para apoyarme cuando más lo necesito. Desde hace mucho que esas “presencias” me han acompañado. Por ejemplo, de niño fueron Juan Ernesto y su familia. También Víctor, Ileana, Alina, la madre Pilar y mucha gente que se quedó conmigo para siempre.
Cuántas cosas se aprenden de simples lecturas, a veces pequeñas y aparentemente sin importancia; ciegos que somos, dejamos pasar tantas lecciones que pasan ante nuestros ojos para crecer.
Sor María de Jesús de Ágreda, mística del siglo XVII, decía: “Hemos de ser agradecidos al beneficio que Dios nos ha hecho en darnos ángeles que nos asistan, enseñen y encaminen en las tribulaciones y trabajos. Este beneficio lo tienen de ordinario olvidado las personas..., y por este olvido se privan los hombres ingratos de muchos favores de los mismos ángeles”; por eso, sé que estoy a tiempo de decir gracias Beto y Gina, gracias Marcos y Genny, gracias Luis Jorge y Paty, y gracias Pepe.
Pero si he de ser muy justo y coherente, como esos “ángeles” me han enseñado, debo dar las gracias a quien no sólo le ha dado razón a mi vida, sino que ha sido más que un “ángel de la guarda” que Dios me ha regalado: Nora, gracias por estos años de matrimonio maravillosos.
Remate
Sin menospreciar la importancia divina de los “Ángeles Custodios”, esta reflexión me lleva a otro tema igual de importante: el matrimonio. La realidad social prueba que el matrimonio aún marca la diferencia. En el libro “The Case for Marriage”, publicado en Estados Unidos, las sociólogas Linda Waite y Maggie Gallagher demuestran con datos los beneficios que a largo plazo supone el matrimonio para las parejas y para la sociedad, beneficios que justifican que el matrimonio sea tratado como una opción social preferente. Su conclusión es que el matrimonio es lo más parecido a un seguro de vida de largo alcance. El matrimonio y la familia proporcionan un sentido de dependencia, el sentido de amar y ser amado, de ser absolutamente esencial para la vida y la felicidad de los demás. Esto da una perspectiva diferente para afrontar los problemas porque hay personas que dependen de ti, que cuentan contigo o se preocupan por ti. De ahí que celebro participar de esa vida familiar y matrimonial que me enriquece cada vez que despierto y continúa cada vez que me duermo. En una misa a la que asistí hace poco, el presbítero preguntaba: “¿Hacia dónde vas?”. Confieso que la respuesta aún la analizo dentro de la dimensión del matrimonio, pero creo que tiene que ver con la felicidad de dos que se vuelven uno. Vale la pena reflexionar en esto.— Mérida, Yucatán.
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