La familia no existe si no hay un acuerdo mutuo entre un hombre y una mujer para formarla. De igual modo, esa familia tampoco se consolidará si tal acuerdo no se prolonga hasta el punto de terminar en el momento en que cualquiera de los dos muera.
En este asunto, hay que darle la importancia debida a las razones por las que el matrimonio debe consolidarse para la educación de los hijos. La mayor parte del valor que las madres y los padres les dan a sus hijos es debido al hecho de que ambos son diferentes y, al cooperar en conjunto, complementándose uno al otro en sus diferencias, proveen infinidad de cosas buenas para los hijos.
De acuerdo con la publicación Psicología Hoy, “la paternidad resulta ser un fenómeno complicado y único, con consecuencias enormes para el desarrollo emocional e intelectual de los niños”. El doctor Kyle Pruett, de la Facultad de Medicina de Yale, dice que los padres son importantes simplemente porque “no hacen el trabajo de las madres”. El padre, como hombre, contribuye de forma única a la tarea de criar a los hijos, algo que una madre no puede hacer. De la misma manera, la madre, como influencia femenina en la crianza de los hijos, tiene un impacto sin igual en la vida y en el desarrollo de los hijos.
El amor del padre y de la madre son dos tipos de amor cualitativamente diferentes. Erik Erikson dice que el padre “ama más peligrosamente” porque su amor es más “expectante, más instrumental” que el amor de la madre. Y yo estoy de acuerdo con él: los niños necesitan la ternura de la madre y la rudeza del padre.
Por ejemplo, diga usted si no, las madres y los padres reaccionan de manera diferente con los bebés. Mientras las madres son más propensas a proporcionar un cuidado afectuoso y de nutrición a un bebé que llora, el padre no. Esta diversidad en sí provee a los niños una experiencia más amplia y más rica para contrastar interacciones de parentesco, algo que no adquieren los niños criados sólo por la madre o por el padre. Los niños, aunque no se dan cuenta, están aprendiendo a temprana edad y por pura experiencia que los hombres y las mujeres son diferentes y que tienen diferentes maneras de enfrentar la vida, a otros adultos y a sus hijos.
Comparemos. Los padres tienden a jugar con sus hijos y las madres a cuidar de ellos. Los padres cosquillean más, y forcejean y juegan a tirar a sus hijos hacia arriba para luego recibirlos; algunas veces persiguen a los hijos jugando a que son “monstruos” espantosos, o sea, los padres son más escandalosos al jugar, mientras que las madres son más tranquilas. Las madres acurrucan a los bebés y los padres los hacen saltar. Los padres juegan brusco con ellos, mientras que las madres son más dulces.
Los padres fomentan la competencia y las madres, la equidad. Un estilo enseña la independencia, mientras que el otro les da seguridad. Y así, sin nadie percibirlo, se fomentan los valores en la persona, se enseña a ser humano.
Que los padres estén interesados en proveer un desarrollo infantil apropiado contribuye a consolidar el matrimonio y a la familia.
La falta de uno de ellos les roba a los niños las oportunidad de percibir diferentes experiencias para la vida, las cuales son necesarias. Como resultado, los niños que crecen en un hogar en el que sólo está la madre o el padre sufren profundamente por la falta de confianza, de independencia o de seguridad. Lo peor es que, a medida que entran en la etapa adulta, es menos probable que tengan un respeto saludable por los hombres y por las mujeres.
Así, creo que vale la pena promover matrimonios sólidos, bien pensados, con la mira puesta en el bien de los hijos, pues en ese sentido también se buscará el bien de la pareja.
Apunte final
Hay que aclarar que el matrimonio no es una imposición religiosa ni gubernamental sobre la cultura. Fue establecido por Dios y es exigido por la naturaleza que Dios ha otorgado al ser humano. Nosotros interferimos en él por cuenta y riesgo propio. Los niños que crecen dentro de un matrimonio sólido se desempeñan mejor en todas las medidas del desarrollo intelectual y académico, son más compasivos hacia otras personas y tienen menos probabilidades de tener problemas en la escuela, en su casa o con la policía. Además, es posible que no usen drogas ni estén involucrados en comportamientos violentos o en actividades sexuales antes del matrimonio y embarazos. No es común que los niños que viven en un matrimonio sólido vivan en pobreza o sean víctimas de abuso físico o sexual. Las investigaciones son claras: El matrimonio hace una diferencia sustancial y positiva en la vida de las personas y eso debemos valorarlo, porque es la base de toda familia, siendo que ésta, finalmente, es una célula importante que conforma a la sociedad.— Mérida, Yucatán.
Apunte final
Hay que aclarar que el matrimonio no es una imposición religiosa ni gubernamental sobre la cultura. Fue establecido por Dios y es exigido por la naturaleza que Dios ha otorgado al ser humano. Nosotros interferimos en él por cuenta y riesgo propio. Los niños que crecen dentro de un matrimonio sólido se desempeñan mejor en todas las medidas del desarrollo intelectual y académico, son más compasivos hacia otras personas y tienen menos probabilidades de tener problemas en la escuela, en su casa o con la policía. Además, es posible que no usen drogas ni estén involucrados en comportamientos violentos o en actividades sexuales antes del matrimonio y embarazos. No es común que los niños que viven en un matrimonio sólido vivan en pobreza o sean víctimas de abuso físico o sexual. Las investigaciones son claras: El matrimonio hace una diferencia sustancial y positiva en la vida de las personas y eso debemos valorarlo, porque es la base de toda familia, siendo que ésta, finalmente, es una célula importante que conforma a la sociedad.— Mérida, Yucatán.
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