La verdad es que hay realidades que deprimen tan sólo con tener contacto con ellas. Ver cómo las nuevas generaciones reaccionan ante ciertas circunstancias es impresionante y alentador, pues se descubre cómo poco a poco gana terreno en ellos la sensibilidad en lugar de la indiferencia.
Pues eso precisamente sucedió hace unos días con una visita que unos adolescentes de secundaria y preparatoria hicieron a un asilo de ancianos para llevar despensas y unas horas de diversión y distracción a los inquilinos del lugar.
Al principio, imagínense, enfrentarse con la dura realidad del abandono de los familiares a los viejitos y viejitas que ahí viven y en algunos casos particulares el deterioro que ya manifiestan algunos de ellos (de los viejitos)..., para ellos fue deprimente. Incluso hubo quienes sintieron temor de acercarse, se sintieron deprimidos de golpe y porrazo.
Sin embargo, descubrir cómo los ancianos se abrían a ellos y se mostraban muy muy felices por su presencia de pronto los situó en una realidad de sensibilidad tal, que incluso algunos se sentaron a platicar con uno y otro, con tal de quizás abrir una ventana de esperanza contra toda la carga de insensibilidad a la que nos han acostumbrado los medios de comunicación y, ¿por qué no reconocerlo?, la familia misma.
Finalmente la actividad fue todo un éxito y una experiencia que los jóvenes incluso quieren repetir durante el año, pero veremos cuán verdadera es la intención, porque muchas veces la sensibilidad se queda cuando las puertas de lugares como el que visitaron se cierran al concluir la actividad.
Por lo menos una cosa es cierta: los viejitos disfrutaron, agradecieron y pidieron que los tomen en cuenta más seguido. En este caso el mensaje es muy certero y claro: debemos estar cerca de quienes de verdad necesitan un amigo, alguien que se interese en sus cosas y no esperar a la cercanía de festividades que literalmente nos empujan, muchas veces incluso como obligación, a hacer obras de caridad, pero sin ningún sentido.
Pues eso precisamente sucedió hace unos días con una visita que unos adolescentes de secundaria y preparatoria hicieron a un asilo de ancianos para llevar despensas y unas horas de diversión y distracción a los inquilinos del lugar.
Al principio, imagínense, enfrentarse con la dura realidad del abandono de los familiares a los viejitos y viejitas que ahí viven y en algunos casos particulares el deterioro que ya manifiestan algunos de ellos (de los viejitos)..., para ellos fue deprimente. Incluso hubo quienes sintieron temor de acercarse, se sintieron deprimidos de golpe y porrazo.
Sin embargo, descubrir cómo los ancianos se abrían a ellos y se mostraban muy muy felices por su presencia de pronto los situó en una realidad de sensibilidad tal, que incluso algunos se sentaron a platicar con uno y otro, con tal de quizás abrir una ventana de esperanza contra toda la carga de insensibilidad a la que nos han acostumbrado los medios de comunicación y, ¿por qué no reconocerlo?, la familia misma.
Finalmente la actividad fue todo un éxito y una experiencia que los jóvenes incluso quieren repetir durante el año, pero veremos cuán verdadera es la intención, porque muchas veces la sensibilidad se queda cuando las puertas de lugares como el que visitaron se cierran al concluir la actividad.
Por lo menos una cosa es cierta: los viejitos disfrutaron, agradecieron y pidieron que los tomen en cuenta más seguido. En este caso el mensaje es muy certero y claro: debemos estar cerca de quienes de verdad necesitan un amigo, alguien que se interese en sus cosas y no esperar a la cercanía de festividades que literalmente nos empujan, muchas veces incluso como obligación, a hacer obras de caridad, pero sin ningún sentido.
Remate
Aunque usted no lo crea, nuestra presencia (la sola presencia) puede hacer mucho bien a los demás. Muchas veces eso mismo que hacemos de ser ingratos con los ancianos lo hacemos de manera cotidiana también con la familia, con los amigos. La gratitud es algo que no debemos olvidar nunca, sobre todo porque es algo que nos debemos a nosotros mismos porque gracias a muchas personas somos quienes somos. Es algo que ya deberíamos tener como una práctica normal y nunca olvidar que es bueno agradecer siempre, porque no estamos seguros cuándo nuestras oportunidades se acabarán ni cuándo el tiempo se detendrá para nosotros o para quienes queremos mucho.- Mérida, Yucatán.
Aunque usted no lo crea, nuestra presencia (la sola presencia) puede hacer mucho bien a los demás. Muchas veces eso mismo que hacemos de ser ingratos con los ancianos lo hacemos de manera cotidiana también con la familia, con los amigos. La gratitud es algo que no debemos olvidar nunca, sobre todo porque es algo que nos debemos a nosotros mismos porque gracias a muchas personas somos quienes somos. Es algo que ya deberíamos tener como una práctica normal y nunca olvidar que es bueno agradecer siempre, porque no estamos seguros cuándo nuestras oportunidades se acabarán ni cuándo el tiempo se detendrá para nosotros o para quienes queremos mucho.- Mérida, Yucatán.
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