lunes, diciembre 08, 2008

¡El ser humano no ha muerto!

“Yo creo en el ser humano, creo en una sociedad más justa y que los sueños se pueden hacer realidad. Creo que hay muchos líderes jóvenes y de mediana edad que están dispuestos a seguir con esta bandera”, afirmó Luis Mella Gajardo, candidato a alcalde de Quillota, en Chile. Valiente afirmación en medio de un mundo en el que la violencia y la insensibilidad del mismo ser humano nos obliga a no creer en nadie, a desconfiar de todos, a cuidar la seguridad personal y la de quienes nos rodean.
En términos generales, la verdad es que el ser humano ha dejado de creer en el ser humano mismo y, como en muchas ocasiones hemos afirmado, se ha vuelto insensible, deshumanizado, porque perdió la fe en sí mismo.
Nietzsche dice que es muy erróneo clasificar las cosas por buenas y malas como a los elementos de la naturaleza por sexos. Hay cosas por encima del bien y del mal, como el amor, y, por lo tanto, ahí está el hombre.
De ahí que una de las emociones naturales del ser humano sea el temor o el miedo.
Vivimos constantemente con miedo porque simplemente la razón del miedo es una reacción para mantenermos a salvo de los peligros, es una emoción que sirve como medio de defensa; por ejemplo, si vemos un animal salvaje sentimos temor, lo que nos permite huir a salvo del peligro.
En este análisis, es posible que el ser humano sienta temor de sí mismo de manera natural, ha perdido la confianza en sí mismo, ha permitido que las bases de la sinrazón lo alcancen y acepta sus consecuencias sin aprender, sin luchar para salir adelante y conquistarse de nuevo para confiar, para sentirse feliz consigo mismo.
Y el mejor ejemplo de la confianza en el ser humano está en los niños. Son los grandes maestros de la vida que nos recuerdan a los adultos que no importan nuestras circunstancias personales, no importan los problemas ni los obstáculos, cualquiera que sea el tamaño de éstos, pues ellos siempre confían y aman; primero caminan y luego corren; siempre creen para aprender a hablar y a besar, porque para ellos la vida es un constante aprendizaje, una nueva experiencia que se agrega para madurar, para nunca dejar de admirar.
Muchos psicólogos opinan que muchas veces el solo hecho de “pensar” en el temor es suficiente para sentirlo.
Yo quiero hacer mías las palabras de Luis Mella cuando dice: “Yo creo en el ser humano”, porque realmente tengo fe en él, porque sé que en el fondo tiene esa capacidad de supervivencia, la cual lo mueve a proteger al débil y a defender a quien necesita apoyo.
Dentro de todo lo negativo que nos rodea, he tenido la experiencia de la humanidad tocando a la puerta de alguna persona, lo he visto, sentido y vivido.
Estoy seguro de que no todo está perdido: ¡el ser humano está vivo, hoy más que nunca! Y no es una idea fatalista ni falsa como la muerte de Dios que Nietzsche afirma. No, el ser humano vive, sólo hay que despertarlo para que se sacuda de ese letargo de flojera y de indiferencia que carga... Confío en que todos juntos podemos emprender la aventura de encontrarlo en nosotros mismos y confiar, pues es la parte más excitante de creer porque nos da alas para ser plenos y madurar como especie humana.

Remate
Es claro que la crisis económica que hoy vivimos se debe al egoísmo del ser humano. La codicia, la avaricia, la corrupción, el egoísmo y la ambición se convierten en la base de la “religión” de muchas personas, son la razón de su fe, creen en ello y no en sí mismos y en los demás. En realidad superar la crisis depende de cada uno. Si fuésemos cada día menos egoístas y más solidarios con los que menos tienen, si actuáramos con responsabilidad, si hiciésemos a los demás lo que queremos que nos hagan a nosotros, entonces todos viviríamos mejor y no tendríamos que sufrir por culpa de una economía que, al fin y al cabo, los seres humanos hemos inventado y hecho muy compleja. Insisto: creo que sí podemos, que somos capaces de superar todo. Al ser humano lo he visto ser, porque en los peores momentos se muestra verdaderamente por encima de sí mismo y entonces nos sorprende por su misma naturaleza humana.— Mérida, Yucatán.

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