martes, septiembre 09, 2008

Ser atrevidos y muy valientes

Está claro que la violencia ya nos rebasó a todos, en especial a las autoridades. Vemos con impotencia cómo poco a poco esta enfermedad social —vista en la forma de secuestros, asesinatos, robos, agresiones de todo tipo— abarca todos los ámbitos donde con nuestros hijos vivimos y convivimos.
El asunto no es para menos, nos debe preocupar sobremanera porque es el reflejo de un deterioro social que empieza en casa y se prolonga hasta las autoridades; al final, nos regresa como un gran golpe de manera indirecta.
Una cosa es cierta: la sociedad se ha visto cimbrada con los últimos eventos violentos, que incluyen el asesinato de niños.
Y es esta sociedad la que hoy comienza a reaccionar y levanta la voz para exigir de sus gobernantes resultados, pues no se puede vivir con la zozobra de cuándo nos tocará sacrificar la vida por confusión o por estar en el lugar y en la hora equivocados.
Digamos que, aunque la seguridad es obligación primordial de nuestras autoridades elegidas constitucionalmente, también a los ciudadanos de todos los niveles y en todos los ámbitos nos corresponde la difícil tarea de enseñar, de educar a los hijos en la prevención, y de abrirles los ojos a una realidad que tristemente, al menos por ahora, es inevitable.
Hace unos días, en una reunión, a propósito de la plática obligada sobre el famoso asesino en serie de jovencitas, Mario Alberto Sulub Canché, alguien narró una experiencia vivida por unas niñas en una escuela de esta ciudad. Llama la atención la facilidad con que los delincuentes pueden “levantar” personas a base de engaños y aprovechándose de la inocencia y el dolor de las personas.
De acuerdo con la narración, palabras más, palabras menos, a la salida de una escuela secundaria una camioneta se estacionó y sin bajar un hombre le gritó a una joven que salía que era urgente que se subiera al vehículo porque tenía que llevarla al hospital pues su papá se había accidentado y estaba muy grave. Obviamente la noticia causó un choque en el ánimo de la niña, quien presa de la histeria comenzó a gritar y a llorar, mientras el hombre insistía en que debía subirse al vehículo para que la llevara hasta el lugar donde estaba internado su padre.
Ya a punto de subir al vehículo, una amiga de la adolescente la detuvo y le preguntó: “¿Conoces a esos tipos de la camioneta?”, a lo que ella respondió: “No, pero no me importa, mi papá está muy grave...”. Entonces, con mucha sangre fría la amiga le respondió: “Tú no te subes ahí con esos tipos; vamos a tu casa y averiguamos qué pasó, y ya luego te acompaño a donde tengas que ir, pero con esos tipos no te vas”. De manera extraña, el vehículo se retiró a toda prisa del lugar. Sobra decir que todo lo que le dijeron a la joven fue mentira.
Hace poco, cuando platiqué con el doctor Eduardo Lira Bojórquez, él usaba una expresión que me parece la mejor para referirse a la participación que en todos los ámbitos debemos tener todos: el “poder ciudadano”... Está comprobado que mientras no actuemos directamente para exigir resultados de nuestras autoridades, nada pasará, las cosas seguirán como están; en esa empresa, la de exigir, todos debemos participar, todos estamos obligados. Así debe ser en todo momento, pues la elección mediante el voto fue nuestra, y ese voto incluyó nuestro compromiso.
Sea municipal, estatal o federal, azul, rojo, verde, amarillo o del color que sea, es a ese poder ciudadano al que le corresponde siempre exigir, aunque no les guste a los funcionarios; nuestra obligación es vigilar y pedir resultados, la de ellos responder.
La violencia está más cerca de lo que pensamos, estamos a tiempo de tomar el control de nuestra sociedad. El asunto no sólo es de atrevidos, sino de valientes... se sabe que los yucatecos tenemos ambas cualidades y, cierto es, de la segunda, hay de sobra.

Remate
De regreso a clases también vuelve el caos en varias partes de la ciudad. Para evitar eso, nos toca a los padres de familia ayudarnos con cortesía y, sobre todo, con buena educación vial. Lo demás, habrá tiempo de calificarlo, pues es obligación de la autoridad encargada.— Mérida, Yucatán.
aaldazg@dy.sureste.com http://angelaldazg.blogspot.com/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario