martes, septiembre 30, 2008

Jóvenes, los excluidos de este siglo

La juventud se ha identificado siempre como una fase etaria intermedia en la vida: el paso de la adolescencia a la vida adulta. Asimismo, se identifica como la fase de dependencia económica asociada a la educación y a la formación, próxima a la constitución de una vida familiar y profesional propia.
Al menos así debiera ser, pero los jóvenes son una franja del mercado que todos quieren incluir, incluida la delincuencia organizada.
Hoy vivimos las consecuencias de las condiciones políticas, sociales, económicas, culturales y hasta jurídicas que padecemos... y nuestros jóvenes también. Pese a lo que las cifras oficiales dicen, la pobreza crece y repercute más en niños, adolescentes y jóvenes que en el resto de la población.
Por eso sucede que para la supervivencia familiar niños, adolescentes y jóvenes constituyen un eslabón importante en la captación de recursos: trabajan en la calle, asumen la responsabilidad del cuidado del hogar o trabajan junto a sus padres, o en actividades autónomas marginales, aun en situaciones tipificadas como delitos.
En Yucatán, muchos jóvenes ni estudian ni trabajan y quedan fuera de la sociedad formal, por lo que se refugian en estructuras “no visibles” de pobreza, delincuencia o marginalidad.
Es fundamental construir bajo bases de inclusión, participación e igualdad para las actuales y nuevas generaciones de jóvenes, obligación muchas veces anunciada por el gobierno con un “¡Ahora sí!” que nunca llega. Así ganaríamos en rescate y prevención. Mientras las autoridades se organizan bajo el “yamerito” y excluyen a los jóvenes, la delincuencia se las arregla para “ganárselos”. El Estado tiene un desafío que debe asumir sin miedo.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com
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sábado, septiembre 20, 2008

Humanizar, para los atrevidos

Ahora resulta que la vida es algo negociable y quitarla al antojo de cualquiera es una forma de presión para obligarnos a admitir que la maldad es necesaria, para que desistamos en la lucha contra aquellos que envenenan a nuestros niños, a nuestros jóvenes.
La serie de ataques, la escalada de violencia que ha llegado al colmo de un acto de terrorismo contra personas inocentes sólo demuestra lo que muchas veces hemos dicho e insistido: el ser humano se degrada a sí mismo, se deshumaniza, va contra su propia naturaleza e intenta ponerse en los hombros de los inocentes para “vencer” perdiendo.
¿Y a quién debemos culpar: a los gobiernos, al Poder Legislativo, al Judicial, a todo el aparato de seguridad que tenemos en el país, en todos los niveles? No, la culpa la tenemos todos. Sin ser fatalistas, hemos de admitir que hoy estamos pagando el resultado de haber ignorado tanto problema, tanto mal que nos rodea, la excesiva permisividad que como adultos, como padres de familia hemos tenido con los hijos.
Y no es que sea cuestión de mojigatería, o de quejarse; tampoco lo es envalentonarse y advertir a la delincuencia organizada que “pondremos brazo firme y se aplicará todo el peso de la ley”, porque sabemos que el enemigo está en casa. ¿Qué hacer entonces, viviremos a partir de ahora y siempre aterrados, con miedo a todo y a todos?
Es un hecho que uno de los fines de quienes cometen actos terroristas es precisamente sembrar terror para desquilibrar a los gobiernos, dando golpes certeros a las bases, a los ciudadanos. Decir la cantaleta política de que “es tiempo de unirse” ya no es suficiente; hoy nos toca a todos trabajar, empezando desde la tremenda encomienda moral que tenemos en la familia, para informar, para ser claros y prevenir, para proteger a través de la verdad, de la cercanía y el interés en los hijos, en sus inquietudes y necesidades, sobre todo, para enseñarles valores.
Ciertamente ha sucedido que nos hemos hecho insensibles a lo que sucede y eso es mucho más peligroso que la violencia misma, y el problema ya se nos fue de las manos. Leemos de ejecutados, oímos de decapitados, de bombazos y nos asusta, pero poco a poco se ha vuelto información cotidiana, se hace una “noticia de todos los días”, como si fuera un asunto que debemos aceptar por inevitable, por “necesario” en nuestra vida, cuando no debiera ser así.
¿Cuál es la solución? ¡Educar en valores, volver a la esencia, a la familia! Tenemos que sentir de nuevo la necesidad de la familia, porque la disfrutamos, porque nos une, porque nos realiza... porque encontramos en ella humanidad, protección, cariño y respeto.
Porque digan lo que digan nuestras autoridades, ellas no tienen la solución mágica a tanta violencia, sino que ésta —la solución— nos compete a todos y debemos convencernos de eso.
Cierto es que la globalización ya es imparable y que es necesario ir al ritmo que la tecnología avanza o nos quedamos en el pasado; pero también lo es —y mucho más importante— convencerse de que la esencia de la persona no cambia, que no podemos sustituir el núcleo familiar con cualquier aparato electrónico, con cualquier distracción o pretexto.
Hace 2,200 años Plauto afirmó: “Homo homini lupus” (El hombre es el lobo del hombre), pensamiento en el que miles de años después insistiría el filósofo Thomas Hobbes. Esperemos que ésta no sea una verdad que empiece a cobrar su dura cuota para todos, pues el ser humano, el verdaderamente humano, no se lo merece.
Trabajemos ya no en la prevención o contra la inseguridad, sino en la recuperación de los espacios que como personas necesitamos, en especial en la familia; el resultado final necesariamente nos llevará al combate de todo lo demás. Vale la pena volver a ser, volver a sentir, en fin, humanizarnos todos.

Remate
Si se quiere una sociedad más humana habrá que reconstruirla a través de su célula fundamental. Sabemos que ese cimiento de la sociedad es la familia; por eso es necesario restablecer lo esencial del lazo familiar originario y primitivo, del que reciben su último sentido las demás relaciones sociales. La definición de Gustav Thibon, el autonombrado escritor campesino, es la mejor al referirse a la familia: “Es la red de influencias ocultas, silenciosas que hacen que seamos lo que somos”. Que la familia esté constituida por adultos maduros y otras personas menos maduras, como los adolescentes y los niños, hace que todos los integrantes disfruten de un medio de cultivo ideal para entender cada etapa evolutiva del ser humano y las funciones que en ella deben desarrollar. Así, el ser humano conoce y disfruta la infancia, la adolescencia, la madurez y la vejez; también la paternidad, la filiación, el matrimonio, la fraternidad, en fin, tantas cosas, que los problemas y las responsabilidades que cada uno lleva consigo y las soluciones más positivas a las distintas dificultades que se producen en ella alimentan el “producto final”: la persona. Es un reto que sólo los valientes y atrevidos aceptan y luchan por conseguir.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com
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martes, septiembre 16, 2008

Los rumores alteran, la verdad tranquiliza

Ante los hechos recientes con los 12 decapitados y la posterior escalada de rumores y bromas puestas en internet o distribuidas a través de los teléfonos celulares, la angustia de la sociedad se ha hecho presente y no pocos padres de familia han manifestado su preocupación sobre el futuro que hoy es incierto.
Empero, queda claro que lo mejor es mantener la cabeza fría antes que creer cualquier rumor distribuido; no dudemos que entre quienes “riegan” por todas partes tales dichos estén los mismos que han abierto las puertas a la violencia, como una estrategia en la guerra que sostienen entre ellos, con el gobierno o contra quienes los combaten.
Por eso es importante que la verdad prevalezca y todos cumplan su función, sobre todo los encargados de la vigilancia, prevención y erradicación de la delincuencia; vaya, tan siquiera que los responsables de la seguridad den la cara e informen la situación que hay, para así evitar confusiones, angustias y temores infundados.
Claro que la petición de que todos colaboremos es importante, pero la autoridad nos debe, sobre todo, la información real y actualizada de lo que sucede en nuestra casa, a fin de que estemos no sólo tranquilos, sino sobre todo prevenidos para lo que venga.
Y una de las cosas que en este momento debemos hacer es estar pendientes de los sentimientos que ante tanto evento violento y desinformación se ha generado entre niños, adolescentes y jóvenes. Si el narcotráfico y la crueldad de los crímenes relacionados con esta actividad nos han preocupado sobremanera a los adultos, imagínense la angustia que surge en los menores quienes, sin saber a ciencia cierta lo que sucede, especulan y se imaginan que ellos pudieran ser los siguientes “blancos”.
Por eso es importante estar cerca de ellos y platicar, escuchar sus angustias y apoyarlos, sobre todo hacer lo posible para, principalmente y con la verdad, devolverles la tranquilidad.
Hemos llegado a un grado tal en todo lo sucedido, que de acuerdo con los rumores que circulan en Yucatán hoy habría “levantones” por todas partes, balaceras a cada rato, muchos cadáveres regados en varios puntos del estado y un toque de queda que en realidad no ha sucedido.
Insisto, lo mejor es informarse y voltear la mirada para ocuparnos por resolver cosas igualmente importantes, pero sin dejar de atender y vigilar nuestra seguridad y la de nuestra familia.
Y en este asunto quiero referirme al llamado que hace una adolescente de 15 años, Estefanía, cuyos comentarios son una clara muestra de la preocupación que hoy tienen niños, jóvenes y adolescentes:  “Soy una joven de 15 años atemorizada por la situación aquí en Mérida; quisiera que nos ayudaran a calmar este miedo y que les pidieran a las autoridades que pongan vigilancia en las escuelas, desde primarias hasta universidades, porque los jóvenes siempre somos un blanco fácil para estos criminales. Espero que nos mantengan informados de todo, porque a pesar de que conocer la realidad nos da terror, trataríamos de tomar medidas... Espero que pronto regrese la humanidad”.
Y es que Estefanía habla de una angustia de la cual soy testigo, pues en la escuela muchos jóvenes han expresado su inquietud y preocupación ante lo que sucede... Y atención, autoridades, ¡a todos ellos les asusta ser el “blanco” de la delincuencia!
Ojalá que el gobierno del Estado y su aparato de seguridad tome en sus manos la actitud responsable de hablar con la verdad y sobre todo trabajar, ahora sí y como se anunció, a favor de niños, adolescentes y jóvenes, garantizándoles no sólo un ambiente seguro, sino información clara y oportuna, a fin de iniciar un proceso de prevención que finalmente sea la punta de lanza para el combate a la delincuencia que hoy nos angustia a todos. Esa sería una actitud responsable de gobierno.
Y ya que al secretario de Seguridad Pública por ahora no se le ve por ningún lado, que la gobernadora cumpla lo que declaró cuando dijo: “Si hay algo que atente contra la seguridad de los yucatecos, yo misma lo informaré”; es claro que el “Gran Equipo Yucatán” hoy está disminuido por las fuerzas de seguridad federal, pero en la medida que se trabaje a favor de los ciudadanos, en especial de niños, adolescentes y jóvenes, confiaremos en que nuestra necesaria colaboración ciudadana no se echará en saco roto.

El punto sobre la “i”
La frase final de Estefanía es importante: “... que pronto regrese la humanidad”. Con las dos acepciones que el Diccionario de la Real Academia Española propone para “humanizar”, la palabra adquiere sentido: hacer humano, familiar y afable a alguien o algo... Ablandarse, desenojarse, hacerse benigno; cuánta razón tiene esta joven cuando manifiesta su deseo de que la humanidad regrese. A todos nos hace falta para lograr empatía y sinergia a la hora de trabajar unidos.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com
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martes, septiembre 09, 2008

La mirada de Dios


Una de las cosas que más me sorprenden de la naturaleza humana es la manera como se puede ser tan diferente siendo al mismo tiempo tan parecido. Me explico.
  • Es el ser humano el único que atenta contra los seres que le rodean y pertenecen a su misma naturaleza.
  • Es el hombre quien conociendo la belleza del mundo es capaz de destruirlo sin ningún remordimiento de conciencia.
  • Es el ser humano el único en la Tierra con la capacidad de amar tan profundamente, que muchas veces olvida ese sentimiento o lo transforma en odio y violencia.
  • Es el ser humano la criatura que habita un planeta con otros, más débiles que él, y reconociéndolo disfruta haciendo daño a los más pequeños, a los indefensos.
Y sí, es la fotografía que aparece junto con estos pensamientos la que me sacudió hoy. La he llamado "La mirada de Dios." La observo, la interpreto, siento su fuerza cómo penetra, preguntando, reclamando, pidiendo clemencia, ayuda... y mientras tanto, somos testigos de que el ser humano lucha contra el propio ser humano. Lucha contra la naturaleza.
¿Qué no alguien dijo que la base de todo es el amor? ¿Dónde quedó este entonces? ¿Por qué nuestra capacidad de crear, de construir la hemos olvidado y a cambio encontramos horrores como la guerra, la violencia, la muerte sinsentido?
Aún creo que la vida debe ser como en los cuentos infantiles donde el bien siempre triunfa; sólo que a cada ser humano le corresponde desempeñar ese papel donde la vida debe crear vida, no destruirla; donde el bien debe dar lugar a más bien...
La mirada es profunda y duele. ¿Qué hacer? La respuesta es volver a lo que originalmente significa nuestra naturaleza, es decir, humanizarnos.
Mientras no hagamos un alto a tanto abuso con nosotros mismos, seguiremos alimentando al monstruo que nos causa dolor, que manipula las tragedias para hacer que todos sufran. El secreto es simplemente ser de nuevo seres humanos, algo que hemos olvidado por completo. La mirada de esta niña afgana nos recuerda lo que somos, una parte pequeña en el universo que algún día tendrá que rendir cuentas por lo que le rodea y le fue encomendado.

Remate
A veces el desánimo en la batalla diaria aparece como un relampago que atraviesa el cuerpo totalmente hasta llegar al alma y hacerla desfallecer. En la construcción de la nueva civilización debemos todos participar, es una obligación, una deuda que tenemos y debemos pagar, por el solo hecho de tener vida y la oportunidad de a diario caminar, bajo cualquier circunstancia. Nuestra vida debe perder lo cotidiano, lo rutinario, para volverse una que pueda innovar, en especial dar, devolver aquello que como regalo se nos ha dado. El secreto es humanizarse para trastocar todo lo que nos rodea y hacerlo más habitable para todos, algo mucho mejor Es un gran reto que sólo los valientes y atrevidos son capaces de aceptar.— Mérida, Yucatán.
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Retenes y fuera polarizado, ¿qué sigue?

La realidad nos muestra que lo que pensábamos que no sucedía ni sucedería en nuestra casa común ha pasado: la violencia se dejó ver con toda su crudeza.
El terror que hoy sienten los yucatecos no es para menos: Yucatán rápidamente ocupó un triste “buen lugar” entre los estados violentos, pues por primera vez la delincuencia presentó de golpe y porrazo 12 ejecuciones sangrientas en la “modalidad” de decapitados.
Lo cierto es que la presencia del narcotráfico no es nueva, el incremento en el consumo de drogas ha sido alarmante en los últimos años; lo novedoso es que la lucha se ha intensificando y su parte más visible es la aparición de personas ejecutadas y decapitadas desde el año pasado.
La mayor preocupación de muchos yucatecos hoy es que por las medidas que las autoridades tomen para combatir a la delincuencia sean ellas mismas —las autoridades— las que generen inquietud, injusticias y rompan la relativa y poca tranquilidad que aún nos queda.
Los retenes siguen siendo una medida que hemos de reconocer ha frenado el avance de la delincuencia en general y los accidentes se han visto reducidos en zonas donde antes era muy frecuentes que sucedieran.
Sin embargo, hemos de decir que no en todas partes resultan tan efectivos estos puestos de revisión y control, porque en algunos puntos se pueden ver a los agentes encargados de la vigilancia platicando, “mensajeándose” con alguien por el celular o haciendo llamadas telefónicas o, peor, durmiendo.
Por ese tipo de situaciones queda el mal sabor de boca en los ciudadanos, pues se piensa entonces que tales retenes sólo sirven para molestar, extorsionar o simplemente preocupar a la ciudadanía.
Además, hay que recordar que el crimen organizado —es un hecho— rebasa en todo a las autoridades, digan lo que digan, y si no están realmente vigilantes y atentas, la tragedia les puede sobrevenir en cualquier momento.
En ese sentido debemos, también todos, pensar en el granito de arena que nos toca poner para prevenir precisamente que la inseguridad y la angustia nos alcancen e impidan que nuestra vida y nuestras actividades cotidianas continúen.
Ahora entra en la polémica el asunto de los vehículos que circulan con los cristales polarizados a los que la autoridad gubernamental —a través de la Secretaría de Seguridad Pública— pide que se les retire la película de doble capa, a fin de evitar que se aplique la multa correspondiente y/o el traslado del vehículo al corralón. Una persona me preguntaba por ahí quién le devolvería los 800 pesos que había gastado cuando instaló el polarizado en sus cristales y luego ella misma respondió: “La verdad es que la tranquilidad no tiene precio...”. Aún así, personalmente pienso que esta medida no soluciona nada y en cambio crea muchos conflictos.
El problema es que todos nos sentimos preocupados, estamos horrorizados e intranquilos. Quisiéramos que no hubiése sucedido la tragedia de los 12 decapitados; pero el hecho es que sucedió. Ahora ya no debemos sólo preocuparnos, sino ocuparnos y colaborar, por la seguridad de la familia. Dicen que la marcha “Iluminemos México” cumplió sus objetivos. Eso depende de si los objetivos eran sólo movilizar a mucha gente... si de eso se trataba, por supuesto que los cumplió.
Si el objetivo fue unirnos contra la delincuencia y manifestarnos solidarios con nuestras autoridades para colaborar en la erradicación de la violencia y la delincuencia organizada, habrá que esperar a ver cómo actuamos todos para lograrlo, porque ese es un trabajo que nos corresponde, principalmente, a los ciudadanos. Las autoridades están para combatir, pero nosotros, los ciudadanos, para apoyar, prevenir y denunciar. Ahora es nuestro turno.

Remate
Y a propósito de inseguridad y delincuencia, “Facebook”, “Hi5”, “Networking Activo”, “Neurona”, “Tuenti”, “eConozco”, “Cielo”, “Dejaboo.net”, “Qdamos”, “Festuc.com”, “Spaniards, “Linkara”, “Gazzag”, “Gentenotable” y otros más son nombres que tienen algo en común: se trata de sitios, de herramientas sociales, redes en las que muchos niños, jóvenes y también padres de familia pueden “hacer amigos”. Lo grave de estos sitios en internet es que también son la “base de datos de la delincuencia organizada”, concretamente de la gente dedicada al secuestro. Así es como muchas veces deciden a quién “levantarán”, porque además saben dónde vive, cuál es su nivel económico, quiénes son sus padres, su edad y muchos datos más que finalmente los proporciona quien ingresa a esos sitios y se “da de alta”. El caso más reciente envuelto en esta situación es el de Silvia Vargas Escalera, a quien sus captores eligieron a partir de la información que obtuvieron de una red social en internet. Es importante que los padres entiendan que sólo advertir a los hijos de los peligros que les rodean ya no es suficiente, porque por desgracia los delincuentes siempre irán un paso adelante; lo urgente es no facilitarles el “trabajo” proporcionando información confidencial ni datos personales en sitios como éstos. Además, los adultos debemos saber a qué sitios entran los hijos, con quién “platican en línea”, etcétera. La seguridad y la tranquilidad empiezan por una buena educación. Recordemos que los hijos aprenderán de una u otra manera, con valores o sin ellos, en casa o en cualquier otra parte, de los padres, o de los amigos o cualquier desconocido. La regla de oro es que nadie puede ni debe suplir la labor de los padres en el camino de la educación.— Mérida, Yucatán.
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Ser atrevidos y muy valientes

Está claro que la violencia ya nos rebasó a todos, en especial a las autoridades. Vemos con impotencia cómo poco a poco esta enfermedad social —vista en la forma de secuestros, asesinatos, robos, agresiones de todo tipo— abarca todos los ámbitos donde con nuestros hijos vivimos y convivimos.
El asunto no es para menos, nos debe preocupar sobremanera porque es el reflejo de un deterioro social que empieza en casa y se prolonga hasta las autoridades; al final, nos regresa como un gran golpe de manera indirecta.
Una cosa es cierta: la sociedad se ha visto cimbrada con los últimos eventos violentos, que incluyen el asesinato de niños.
Y es esta sociedad la que hoy comienza a reaccionar y levanta la voz para exigir de sus gobernantes resultados, pues no se puede vivir con la zozobra de cuándo nos tocará sacrificar la vida por confusión o por estar en el lugar y en la hora equivocados.
Digamos que, aunque la seguridad es obligación primordial de nuestras autoridades elegidas constitucionalmente, también a los ciudadanos de todos los niveles y en todos los ámbitos nos corresponde la difícil tarea de enseñar, de educar a los hijos en la prevención, y de abrirles los ojos a una realidad que tristemente, al menos por ahora, es inevitable.
Hace unos días, en una reunión, a propósito de la plática obligada sobre el famoso asesino en serie de jovencitas, Mario Alberto Sulub Canché, alguien narró una experiencia vivida por unas niñas en una escuela de esta ciudad. Llama la atención la facilidad con que los delincuentes pueden “levantar” personas a base de engaños y aprovechándose de la inocencia y el dolor de las personas.
De acuerdo con la narración, palabras más, palabras menos, a la salida de una escuela secundaria una camioneta se estacionó y sin bajar un hombre le gritó a una joven que salía que era urgente que se subiera al vehículo porque tenía que llevarla al hospital pues su papá se había accidentado y estaba muy grave. Obviamente la noticia causó un choque en el ánimo de la niña, quien presa de la histeria comenzó a gritar y a llorar, mientras el hombre insistía en que debía subirse al vehículo para que la llevara hasta el lugar donde estaba internado su padre.
Ya a punto de subir al vehículo, una amiga de la adolescente la detuvo y le preguntó: “¿Conoces a esos tipos de la camioneta?”, a lo que ella respondió: “No, pero no me importa, mi papá está muy grave...”. Entonces, con mucha sangre fría la amiga le respondió: “Tú no te subes ahí con esos tipos; vamos a tu casa y averiguamos qué pasó, y ya luego te acompaño a donde tengas que ir, pero con esos tipos no te vas”. De manera extraña, el vehículo se retiró a toda prisa del lugar. Sobra decir que todo lo que le dijeron a la joven fue mentira.
Hace poco, cuando platiqué con el doctor Eduardo Lira Bojórquez, él usaba una expresión que me parece la mejor para referirse a la participación que en todos los ámbitos debemos tener todos: el “poder ciudadano”... Está comprobado que mientras no actuemos directamente para exigir resultados de nuestras autoridades, nada pasará, las cosas seguirán como están; en esa empresa, la de exigir, todos debemos participar, todos estamos obligados. Así debe ser en todo momento, pues la elección mediante el voto fue nuestra, y ese voto incluyó nuestro compromiso.
Sea municipal, estatal o federal, azul, rojo, verde, amarillo o del color que sea, es a ese poder ciudadano al que le corresponde siempre exigir, aunque no les guste a los funcionarios; nuestra obligación es vigilar y pedir resultados, la de ellos responder.
La violencia está más cerca de lo que pensamos, estamos a tiempo de tomar el control de nuestra sociedad. El asunto no sólo es de atrevidos, sino de valientes... se sabe que los yucatecos tenemos ambas cualidades y, cierto es, de la segunda, hay de sobra.

Remate
De regreso a clases también vuelve el caos en varias partes de la ciudad. Para evitar eso, nos toca a los padres de familia ayudarnos con cortesía y, sobre todo, con buena educación vial. Lo demás, habrá tiempo de calificarlo, pues es obligación de la autoridad encargada.— Mérida, Yucatán.
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