viernes, enero 26, 2007

Así, el futuro ya es incierto

Según el Colectivo Mexicano de Apoyo a la Niñez (Comexani), aproximadamente cuatro millones de niños menores de 14 años trabajan en México.
Ése es uno de los factores para que organismos internacionales consideren a nuestro país de “alto riesgo para la supervivencia infantil”. Un ejército de menores trabaja en la ciudad como limpiaparabrisas, payasos, diableros, cargadores, cerillos, obreros, ayudantes de albañilería y empleados domésticos, y en el campo como jornaleros agrícolas, entre otros “empleos”.
Muchos ni siquiera son remunerados, son sometidos a jornadas largas y cansadas, con una disciplina férrea, pero sin recibir nada a cambio, como los cerillos.
Los menores, en especial quienes se emplean en la ciudad, se enfrentan a problemas como la violencia, que atentan contra su potencialidad presente y futura: se mueven en un ambiente contrario a su desarrollo y altamente peligroso para su integridad personal.
El trabajo y la violencia, el maltrato contra niños y jóvenes son un fenómeno que se puede catalogar de “invisible”, debido a la falta de denuncias, por lo cual se desconoce la verdadera magnitud del problema, o si se conoce se ignora, pues no hay un compromiso real de erradicar el problema.
El Unicef calcula que al menos 13,000 menores en México se dedican a “actividades no económicas, que se pueden catalogar como de supervivencia (prostitución, mendicidad, pepena, carga, estiba, ayudantes de albañilería)”. Ésta es, para todos, una situación muy grave que ya no se puede ni se debe soslayar. ¿Qué debemos hacer ante este lamentable escenario? El 13 de febrero de 2001 Vicente Fox promulgó el Convenio 182 sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación, adoptado por la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el 17 de junio de 1999 y aprobado por nuestra Cámara de Senadores el 16 de marzo de 2000.
En el artículo primero se establece que los países que ratifiquen el convenio “deberán adoptar medidas inmediatas y eficaces para conseguir la prohibición y la eliminación de las peores formas de trabajo infantil con carácter de urgencia”, tomando en cuenta que “niño” incluye a todo menor de 18 años.
El artículo tercero del Convenio declara que “las peores formas de trabajo infantil son: a) la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, como la venta y el tráfico de niños, la servidumbre por deudas y la condición de siervo, y el trabajo forzoso u obligatorio; b) la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la prostitución, la producción de pornografía o actuaciones pornográficas; c) el uso, el reclutamiento o la oferta de niños para la realización de actividades ilícitas, y d) el trabajo que es probable que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de los niños”. Pero ¿qué se ha hecho al respecto? En nuestro Estado hay muchos niños que hacen labores ajenas a su condición, cuando deberían estar en la escuela o jugando, actividades propias de su edad; así, tristemente los vemos pidiendo caridad, extendiendo el sombrero mientras sus padres tocan algún instrumento, repartiendo volantes, vendiendo en cada esquina o prostituyéndose en calles y bares, etcétera.
En virtud de que las autoridades —los gobiernos de los tres ámbitos— no han hecho nada para prevenir y combatir estos problemas, nosotros, ciudadanos, no podemos bajar la guardia: hay que trabajar en favor de los niños, que son el futuro, el cual, con nuestra apatía, ahora es incierto.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com

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