lunes, enero 29, 2007

La mujer hace girar al mundo

No es justo, yo ya pagué
lo suficiente el error
que cometí, pero me lo
siguen cobrando... —una
mujer maltratada
Con base en la experiencia con mujeres en mi familia y muchas otras, amigas y conocidas, puedo afirmar con total seguridad que la mujer es valiosa y valiente.
Es un hecho que el sexo femenino tiene una fuerza que nos asombra a todos: su “debilidad” está llena de valentía y empuje.
Cargan niños, como también cargan penas y tristezas, y todavía así se dan un espacio para ser felices, para amar y estar alegres.
Las mujeres sonríen cuando quieren gritar, cantan cuando quieren llorar, cuando están contentas lloran y ríen cuando están nerviosas. Tienen cualidades especiales: sin pensarlo se ofrecen para las causas buenas, son voluntarias, trabajan como niñeras, amas de casa o abogadas.
Algunas recorren largos caminos para conseguir alimentos, por la mejor escuela para sus hijos o la mejor atención médica para su familia. Nunca aceptan un “no” cuando están seguras de la solución a un problema.
Saben pedir perdón y perdonar, y que un abrazo, un beso y un “te amo” pueden sanar un corazón roto; logran que una mañana, una tarde o una noche sean inolvidables; corren, manejan, caminan, usan el e-mail, luchan a diario sin una queja ni remordimientos. Saben que el mundo es cruel y que nada es fácil para ellas.
A pesar de las múltiples, grandes y pequeñas derrotas que encuentran, son emprendedoras, con la terquedad de quien se aferra con fuerza a la vida. Así, las lecciones que dan son muchas: una de ellas es que la cobardía engendra sociedades enfermizas y débiles, mientras que la valentía produce personas dignas de respeto y confianza, sociedades sanas y naciones fuertes. De ahí la importancia que tienen en la vida del ser humano.
En fin, el corazón de una mujer hace girar al mundo. No en vano ha dicho Marcos, el enigmático subcomandante: “Es tan hermosa una mujer de pie, que da escalofríos sólo mirarla”.
Por eso no entiendo por qué a pesar de tanta riqueza que poseen existan quienes se aprovechen de ellas y las maltraten, en cualquier etapa de su vida. No son agradecidos con quien les dio vida, les cuidó y ayudó a desarrollarse.
Lo malo es que, por un amor profundo y para no afectar a sus hijos, muchas veces la mujer es quien acepta el dolor que le causan y se confunde, se aturde, no actúa, y cuando decide hacerlo, por lo general, es demasiado tarde.
Pese a esto, todas las mujeres, cualquiera que sea su condición y su situación actual, han cambiado la historia humana y lo siguen haciendo... Hay que agradecerles por hacer de este mundo algo más humano, más digno y, aunque haya a quienes no les guste, más justo.
Remate
La mujer es única. Aunque a veces le causa problemas, posee un don muy valioso: poder contemplar las cosas en su integridad, incluido el ser humano, y ser capaz de considerar todos los elementos en juego.
Así, no pierde de vista el conjunto y al mismo tiempo considera todos los detalles.
De las mujeres he aprendido que la valentía tiene que ver con defender lo que es correcto, aunque hacerlo nos cueste la vida.
Escuché una vez a alguien, a manera de broma, decir: “En el mundo dominan los hombres..., cuando las mujeres no están”. Hay que aceptarlo, yo creo que la verdad pesa en tal afirmación.— Mérida, Yucatán.

viernes, enero 26, 2007

Así, el futuro ya es incierto

Según el Colectivo Mexicano de Apoyo a la Niñez (Comexani), aproximadamente cuatro millones de niños menores de 14 años trabajan en México.
Ése es uno de los factores para que organismos internacionales consideren a nuestro país de “alto riesgo para la supervivencia infantil”. Un ejército de menores trabaja en la ciudad como limpiaparabrisas, payasos, diableros, cargadores, cerillos, obreros, ayudantes de albañilería y empleados domésticos, y en el campo como jornaleros agrícolas, entre otros “empleos”.
Muchos ni siquiera son remunerados, son sometidos a jornadas largas y cansadas, con una disciplina férrea, pero sin recibir nada a cambio, como los cerillos.
Los menores, en especial quienes se emplean en la ciudad, se enfrentan a problemas como la violencia, que atentan contra su potencialidad presente y futura: se mueven en un ambiente contrario a su desarrollo y altamente peligroso para su integridad personal.
El trabajo y la violencia, el maltrato contra niños y jóvenes son un fenómeno que se puede catalogar de “invisible”, debido a la falta de denuncias, por lo cual se desconoce la verdadera magnitud del problema, o si se conoce se ignora, pues no hay un compromiso real de erradicar el problema.
El Unicef calcula que al menos 13,000 menores en México se dedican a “actividades no económicas, que se pueden catalogar como de supervivencia (prostitución, mendicidad, pepena, carga, estiba, ayudantes de albañilería)”. Ésta es, para todos, una situación muy grave que ya no se puede ni se debe soslayar. ¿Qué debemos hacer ante este lamentable escenario? El 13 de febrero de 2001 Vicente Fox promulgó el Convenio 182 sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación, adoptado por la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el 17 de junio de 1999 y aprobado por nuestra Cámara de Senadores el 16 de marzo de 2000.
En el artículo primero se establece que los países que ratifiquen el convenio “deberán adoptar medidas inmediatas y eficaces para conseguir la prohibición y la eliminación de las peores formas de trabajo infantil con carácter de urgencia”, tomando en cuenta que “niño” incluye a todo menor de 18 años.
El artículo tercero del Convenio declara que “las peores formas de trabajo infantil son: a) la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, como la venta y el tráfico de niños, la servidumbre por deudas y la condición de siervo, y el trabajo forzoso u obligatorio; b) la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la prostitución, la producción de pornografía o actuaciones pornográficas; c) el uso, el reclutamiento o la oferta de niños para la realización de actividades ilícitas, y d) el trabajo que es probable que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de los niños”. Pero ¿qué se ha hecho al respecto? En nuestro Estado hay muchos niños que hacen labores ajenas a su condición, cuando deberían estar en la escuela o jugando, actividades propias de su edad; así, tristemente los vemos pidiendo caridad, extendiendo el sombrero mientras sus padres tocan algún instrumento, repartiendo volantes, vendiendo en cada esquina o prostituyéndose en calles y bares, etcétera.
En virtud de que las autoridades —los gobiernos de los tres ámbitos— no han hecho nada para prevenir y combatir estos problemas, nosotros, ciudadanos, no podemos bajar la guardia: hay que trabajar en favor de los niños, que son el futuro, el cual, con nuestra apatía, ahora es incierto.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com

La vida no es cosa de magia

“Entre las estrellas más luminosas existe un mundo mágico y esplendoroso llamado Kichigar, lugar encantador donde la vida es buena y abundante. Ahí vive Chansamito, un niño con poderes mágicos, tan parecido a los niños de la Tierra, que podrías ser tú mismo”. Así inicia la historia “Aventura en Kichigar. Chansamito contra el brujo Lupérvolo”, Cuento de Melba Alfaro publicado en el número 47 de la revista literaria “Navegaciones ZUR” en su edición septiembre-noviembre 2006.
El cuento, dirigido al público adulto e infantil, que le recomiendo mucho, narra la historia de un niño que vive en un lugar mágico y hermoso, pero donde ronda el mal, representado en un brujo llamado Lupérvolo.
Tras desobedecer una orden, Chansamito cae en manos del brujo, quien abusa de él y lo maltrata. Para no contarle toda la historia le diré que, pese a las amenazas de Lupérvolo, el niño logra decirles a sus padres lo sucedido y el brujo es acusado, enjuiciado y condenado.
Esta historia nos remite a los temas graves de violencia, maltrato, abuso y comercio sexual de niños y adolescentes. Existen en nuestra sociedad muchos Lupérvolos que cometen hechos denigrantes y crueles; sus actos reflejan una descomposición social donde los seres humanos atentan contra su propia naturaleza.
La complejidad del problema obliga a pensar que el gobierno se debe comprometer con responsabilidad a combatir ese horror y su magnitud, sin importar las consecuencias, a fin de lograr el desarrollo integral de los pequeños.
No sólo hay que identificar el problema, sino que sobre todo se tiene que profundizar en sus entramados y raíces, para que el combate sea total.
Sobre la realidad de la explotación sexual de menores poco se sabe, fuera de la información de los medios de comunicación y los casi nulos estudios existentes. El tema apenas se empieza a incluir en las agendas de los estados, con iniciativas y propuestas de reformas legislativas de prevención y combate.
Empero, el asunto se agrava por la resistencia de la sociedad a reconocer la importancia, la magnitud y la gravedad que encierra: por un lado se relativizan los casos de abusos y explotación porque se les ve como hechos aislados o como resultados de la marginación de algunos individuos, y por el otro se considera que el problema es “un mal necesario..., una consecuencia de la modernidad”.
Por encima de esto, el interés superior del niño o la niña indica que las sociedades y los gobiernos deben realizar el máximo esfuerzo posible para construir condiciones favorables, a fin de que éstos vivan y desplieguen sus potencialidades, lo que conlleva la obligación de que, independientemente de las coyunturas políticas, sociales y económicas, se deben asignar todos los recursos posibles para garantizar esto.
La vida no es cuestión de magia, pues no vivimos en Kichigar; sin embargo, hay muchos Lupérvolos rondando a nuestros niños. De nosotros depende proteger y facilitar un desarrollo que asegure el futuro de los niños y el nuestro también. Es una obligación impostergable.
Remate
Ninguna autoridad ha dicho “esta boca es mía” por la denuncia pública del licenciado Enrique Vidales Ripoll ante la venta ilegal del vídeo “Pedofilia” en los alrededores del mercado San Benito, en puestos de vídeos piratas. El silencio puede ser cómplice y el problema es serio. Se trata de una exigencia intrínsecamente escrita en el mundo de responsabilidades que toda autoridad tiene ante sus gobernados.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com

miércoles, enero 10, 2007

Un crimen nos acecha

La perversión existe desde que existe el hombre, pero últimamente ha alcanzado límites que creíamos imposibles, y el punto más oscuro de la depravación es el que toca a la pornografía infantil. De todos los delitos, el abuso de niños es el más horroroso.
Lo terrible es que en este problema muchas veces está involucrada gente a la que normalmente confiaríamos la seguridad de nuestros niños: maestros, policías, directores de centros infantiles, funcionarios de gobierno, de las iglesias, etcétera.
La siguiente narración es una muestra de lo fuerte del problema: “Una madre ve un vídeo casero en presencia de varios policías. Los agentes la convencieron de que su ayuda es clave para resolver un caso muy delicado. 'Ése es mi salón —se sorprende la mujer—; esa ropa y esa crema son de mi niño y ésos son mis dos hijos, ¿por qué están ahí?'. No le dejan ver más, es suficiente para cerrar el círculo.
“La mujer identificó a sus dos hijos como víctimas de Álvaro I. G., alias 'Nanysex' o 'Kova' (España, 2005). Nunca sospechó que el canguro (niñero) de sus hijos era un violador, un pederasta con la careta amable de experto informático”.
Se sabe que desde España se han dejado al descubierto redes de pederastia que tienen conexión con países latinoamericanos como México, Argentina, Chile, Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Uruguay: un operativo policial descubrió 900 conexiones, de las cuales 200 pertenecen a México.
En cinco años se detectaron en el país más de 4,000 páginas de pornografía infantil en internet, según la policía cibernética recientemente creada, amén de las cifras por distribución de material pornográfico grabado. Y hay más: el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia calcula que en 2006 hubo más de 17,000 niños explotados por el comercio sexual, y que existe un tráfico de más de 260,000 menores entre México y Estados Unidos, ¡con destino al sexo servicio!
Ésta es una de las causas de la desaparición de niños en el país: el Instituto Nacional de Migración acepta que en México operan unas 100 bandas dedicadas al tráfico de personas, de las cuales 10 se especializan en la trata de menores.
Recordemos los casos de pederastas extranjeros en México: Robert Decker, principal dirigente de la organización de pedofilia en Acapulco, y Jean Succar Kuri, el pederasta de Cancún.
De por sí estas cifras nos deben alertar del inminente peligro que crece en torno a nuestros niños, pero nadie hace nada. De entrada las autoridades nos “obligan” a aceptar la venta de productos piratas en varios puntos de la ciudad al no combatirla, y ahora también la distribución de material pornográfico que involucra a pequeños, en esos mismos “puntos de venta”.
¿Qué nos falta para combatir este monstruoso problema? Algo más que voluntad: la acción coordinada de autoridades y ciudadanos, pero sobre todo la iniciativa de las primeras para luchar contra esto.
El mal existe y está muy cerca. Mientras no comencemos con la persecución y captura de aquellos que abiertamente distribuyen este material, jamás se erradicará. El licenciado Enrique Vidales Ripoll denunció la distribución de un vídeo llamado “Pedofilia” que, según los datos recibidos, se vende en los alrededores del San Benito.
Desafortunadamente, el gobierno no sólo no se preocupa, sino que antes bien pierde el tiempo intentando justificar situaciones bochornosas para estar “políticamente limpio”, en lugar de combatir este mal. Es tiempo de que la autoridad deje de jugar a ser sorda y trabaje, si es que realmente le interesa el ciudadano. Nuestro futuro está en los niños, sí, pero si no los protegemos, ¿qué nos quedará? El olvido y la terrible condena.
Remate
En la sesión del Pleno del Congreso del Estado del 25 de abril de 2006 se dio entrada a una iniciativa de la diputada Silvia López Escoffié para reformar algunos artículos del Código Penal del Estado, a fin de tipificar y sancionar con fuerza cualquier forma de maltrato, abandono, violencia, explotación sexual, incluida la pedofilia, la pederastia y el hostigamiento sexual, contra menores y mujeres. Aunque dicha iniciativa fue turnada a varias comisiones, aún no hay cambios ni adecuaciones. ¿Cuál es el pretexto? Ya es hora de ponerse a trabajar.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com
http://angelaldazg.blogspot.com