De todas las cosas que a muchos preocupan está "el destino que la vida les depara". Y así me lo han expresado, asombrense amigos lectores, adolescentes de entre 16 y 19 años.
¡La vida!, esa que podríamos representar como una mujer que inicia su carrera y no se detiene, que no vuelve atrás y, hay que tenerlo como seguro, llega a su meta final siempre. ¡La vida!, el regalo que siempre debemos amar y sentir con pasión para regalarla también a todos los que nos rodean..., esa vida es la que a muchos preocupa, por el miedo de perderla en cualquier momento, por aferrarse a lo terreno, a lo material.
¡La vida!, esa que podríamos representar como una mujer que inicia su carrera y no se detiene, que no vuelve atrás y, hay que tenerlo como seguro, llega a su meta final siempre. ¡La vida!, el regalo que siempre debemos amar y sentir con pasión para regalarla también a todos los que nos rodean..., esa vida es la que a muchos preocupa, por el miedo de perderla en cualquier momento, por aferrarse a lo terreno, a lo material.
Pienso que en ese sentido todo es cuestión del enfoque y la seguridad que la misma vida que nos tocó nos da. Razones para vivir hay muchas, sólo hay que buscar un poquito para descubrir cuán maravilloso puede ser en sí misma. Y en ese sentido me parece que el futuro no cobra importancia porque será según nosotros queramos que sea.
Un amigo sacerdote ya fallecido siempre me decía que aquél que no ama hasta el llanto, ése que no llora y siente profundamente cada lágrima que suelta o quien no disfruta con una risa fuerte y sincera, o con un abrazo recibido o dado, no sabe lo que es la vida, no tiene idea de lo hermoso que es estar vivo. Eso lo tengo presente todo el tiempo.
Y resulta que el obstáculo más fuerte para disfrutar esa vida es uno mismo, sí, ¡uno mismo!
Siempre he pensado que uno debería aportar lo que tiene y quien es a todos, no sólo al que pensemos que lo necesite, porque nos podemos equivocar al seleccionar a quién le damos nuestras experiencias y a quién no.
No sé, haciendo hoy una evaluación de las cosas que he recibido reconozco que soy afortunado porque a ti, mi amigo, amiga, te tengo compartiendo unos minutos de tu vida conmigo; pero además, sentir que no he tenido tiempo de dar todo por mis debilidades me empuja a seguir luchando y a no olvidar mis ideales.
Y déjenme decirles, amigos lectores, que una cosa que recuerdo bien es lo que quería hacer cuando era niño: tener tiempo para ser feliz.
Sonará ridículo y sé que es de idealistas, pero ¿qué quieren que les diga, si ese ha sido siempre mi ideal? No puedo decir que he llegado a esa meta plenamente, pero es una razón muy bonita para vivir y buscar a diario llegar a ese objetivo concreto.
Lo cierto es que todos los días tengo una razón hermosa para agradecer que esa señora, la vida, continúe rumbo a la meta, porque todos al llegar sabremos que estamos listos pues habremos disfrutado plenamente cada momento que se nos regaló.
Padre, madre, hermanos, esposa, hijos, amigos, ¡todos!, son razones suficientes para hacer un homenaje todos los días a esa vida que nos entregaron.
Eso les digo a los jóvenes que me hablan de sus preocupaciones sobre el futuro y creo que me entienden. Después de todo es algo necesario y natural que debemos disfrutar al máximo, ¿no creen? Insisto, el futuro viene solo, cada quien se lo forja... y las razones para vivir las encontramos todos los días y vale la pena disfrutarlas.— Mérida, Yucatán.
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