De acuerdo con el “Informe global de monitoreo de las acciones contra la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes”, elaborado por Ecpat Internacional, México es el segundo país en el mundo con mayor producción de pornografía infantil.
Según el informe, la gravedad de este problema radica en que aumenta, porque no hay leyes que sancionen la tenencia o posesión de este tipo de material. Pese a las evidencias de las denuncias, los reportes periodísticos, los informes y los estudios, no se puede actuar con contundencia jurídica porque aún hay vacíos legales para identificar y sancionar delitos cibernéticos y asociados, como la distribución de material pornográfico.
Según las estadísticas de la Policía Federal Preventiva, la explotación sexual de menores de edad a través de internet se incrementa de manera acelerada: este delito ya ocupa un tercer lugar, detrás de los fraudes y las amenazas por medios cibernéticos. Para tener una idea, a inicios del año pasado se detectaron más de 100,000 sitios de este tipo en internet. Lo terrible es la nueva clasificación en lo que a imágenes se refiere, según la Policía Cibernética de México: ahora se incluye la pornografía con bebés, es decir, niños y niñas de cero a un año de edad, además de las ya ordenadas en “de cero a cuatro años, de cuatro a ocho, de ocho a 12 y de 12 a 17”, y se incrementa 5% cada mes, con fotografías e imágenes de abuso de recién nacidos.
Pese a la reforma al Código Penal Federal en materia de explotación sexual infantil que el Senado aprobó para definir tipos penales de pornografía, turismo sexual infantil y lenocinio, el problema no disminuye, sino que crece a pasos agigantados. Hay que reconocer que esto se debe a que la legislación en México tiene muchos vacíos en este tema; aún hay áreas pendientes para armonizar la legislación de los diferentes estados con la federal y la normativa internacional, lo cual representa graves dificultades y deja una puerta abierta para que se delinca contra los pequeños.
Las noticias de los “levantamientos” de personas relacionadas con el narcotráfico y la posterior aparición de cadáveres prenden los focos rojos y obligan a arreciar el combate frontal de estos delitos a través del ejército y las policías estatales, pero considero que son igual de graves los “levantamientos” de miles y miles de niños y niñas cuyo destino es incierto, pero que estoy seguro que será el de la explotación y el comercio sexual, o bien el robo y tráfico de órganos o —digamos que en el “mejor” de los casos— la “adopción” en familias que no pueden concebir.
En México aún no hay leyes que incluyan a la pornografía infantil a través de internet como un delito. Desafortunadamente, en este asunto los niños son los más vulnerables, por lo tanto, los padres tienen que cuidar el uso que los hijos dan a internet. Algunos expertos sugieren que la computadora no debe estar en el cuarto del niño, sino en un lugar visible para los adultos. Igual que pasa con los casos de violación en los que a veces se culpa a la víctima por usar minifalda, en el delito cibernético hay que tener siempre presente que el culpable es el delincuente, jamás la víctima. Nunca debemos olvidar que es importante denunciar para erradicar este mal que a nosotros y a nuestros hijos nos ronda.
Remate
Hay estudios que indican que a través de una cámara web a un niño se le puede manipular en 10 ó 15 minutos para que se quite la ropa. Por eso es importante que los padres no tengan miedo de informar a sus hijos, pues en este terreno la información es un arma de seguridad. El combate a este crimen es trabajo de todos, gobiernos de todos los niveles, iniciativa privada, sociedad civil, entidades académicas y, sobre todo, la familia. No sólo es necesario el esfuerzo para legislar en la materia y cumplir los convenios internacionales, urge sobre todo el compromiso de la sociedad.— Mérida, Yucatán.
(artículo publicado en el Diario de Yucatán el 11/06/2007)
Según el informe, la gravedad de este problema radica en que aumenta, porque no hay leyes que sancionen la tenencia o posesión de este tipo de material. Pese a las evidencias de las denuncias, los reportes periodísticos, los informes y los estudios, no se puede actuar con contundencia jurídica porque aún hay vacíos legales para identificar y sancionar delitos cibernéticos y asociados, como la distribución de material pornográfico.
Según las estadísticas de la Policía Federal Preventiva, la explotación sexual de menores de edad a través de internet se incrementa de manera acelerada: este delito ya ocupa un tercer lugar, detrás de los fraudes y las amenazas por medios cibernéticos. Para tener una idea, a inicios del año pasado se detectaron más de 100,000 sitios de este tipo en internet. Lo terrible es la nueva clasificación en lo que a imágenes se refiere, según la Policía Cibernética de México: ahora se incluye la pornografía con bebés, es decir, niños y niñas de cero a un año de edad, además de las ya ordenadas en “de cero a cuatro años, de cuatro a ocho, de ocho a 12 y de 12 a 17”, y se incrementa 5% cada mes, con fotografías e imágenes de abuso de recién nacidos.
Pese a la reforma al Código Penal Federal en materia de explotación sexual infantil que el Senado aprobó para definir tipos penales de pornografía, turismo sexual infantil y lenocinio, el problema no disminuye, sino que crece a pasos agigantados. Hay que reconocer que esto se debe a que la legislación en México tiene muchos vacíos en este tema; aún hay áreas pendientes para armonizar la legislación de los diferentes estados con la federal y la normativa internacional, lo cual representa graves dificultades y deja una puerta abierta para que se delinca contra los pequeños.
Las noticias de los “levantamientos” de personas relacionadas con el narcotráfico y la posterior aparición de cadáveres prenden los focos rojos y obligan a arreciar el combate frontal de estos delitos a través del ejército y las policías estatales, pero considero que son igual de graves los “levantamientos” de miles y miles de niños y niñas cuyo destino es incierto, pero que estoy seguro que será el de la explotación y el comercio sexual, o bien el robo y tráfico de órganos o —digamos que en el “mejor” de los casos— la “adopción” en familias que no pueden concebir.
En México aún no hay leyes que incluyan a la pornografía infantil a través de internet como un delito. Desafortunadamente, en este asunto los niños son los más vulnerables, por lo tanto, los padres tienen que cuidar el uso que los hijos dan a internet. Algunos expertos sugieren que la computadora no debe estar en el cuarto del niño, sino en un lugar visible para los adultos. Igual que pasa con los casos de violación en los que a veces se culpa a la víctima por usar minifalda, en el delito cibernético hay que tener siempre presente que el culpable es el delincuente, jamás la víctima. Nunca debemos olvidar que es importante denunciar para erradicar este mal que a nosotros y a nuestros hijos nos ronda.
Remate
Hay estudios que indican que a través de una cámara web a un niño se le puede manipular en 10 ó 15 minutos para que se quite la ropa. Por eso es importante que los padres no tengan miedo de informar a sus hijos, pues en este terreno la información es un arma de seguridad. El combate a este crimen es trabajo de todos, gobiernos de todos los niveles, iniciativa privada, sociedad civil, entidades académicas y, sobre todo, la familia. No sólo es necesario el esfuerzo para legislar en la materia y cumplir los convenios internacionales, urge sobre todo el compromiso de la sociedad.— Mérida, Yucatán.
(artículo publicado en el Diario de Yucatán el 11/06/2007)
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