Un castigo duele, pero confiar
en alguien y ser traicionado,
más —Roberto, de 13 años
en alguien y ser traicionado,
más —Roberto, de 13 años
En un correo electrónico que hace poco recibí, una persona me confiaba que su hijo no le obedecía, que le respondía a todo, que la enfrentaba e insultaba y que ya no podía con él. Decía: “Tiré la toalla, ya no sé qué hacer”, y en uno de los párrafos apuntó: “Mi hijo tiene dos años”... ¿Qué falló entonces? Esto me llevó a reflexionar en el difícil papel de la autoridad en la educación, pues involucra a personas que mandan y a otras que obedecen. Sabemos que el educando depende, en gran medida, del prestigio de su educador, de que sea eficaz, seguro y confiable. Por encima de los miedos a ejercer la autoridad, siempre surge un valor difícil de sostener y de defender contra todo, a pesar de todo y de todos: la verdad.
Hay que considerar que para los niños y los adolescentes, por lo general, la autoridad se vincula con el concepto de “héroe”, porque la seguridad y la firmeza para ellos es protección; por eso las acciones de los educadores tienen impacto en ellos, pues derivan en triunfos o en desastres: es una cuestión de justicia o injusticia.
Uno de los problemas de la educación hoy día es la falta de autoridad o el mal uso de ella, y por eso reflexionar sobre esta potestad y la libertad al educar es una tarea necesaria e irrenunciable: la educación es un proceso de mejora de la persona, en el cual se le forma en la libertad y en la responsabilidad.
La madre Mau, aunque ella no lo sabe es una gran amiga, dice que los padres debemos estar alertas ante las señales que los hijos envían, sobre todo cuando de respeto se trata, porque también es una manera de ejercer la autoridad, nuestra sagrada encomienda.
Estoy de acuerdo con ella y agrego que en esto también interviene la verdad, esa que interactúa en nuestros juicios y en las disciplinas impuestas. La frase “La verdad os hará libres” encierra mucho y es la base de la educación, en cualquier ámbito en el que uno se encuentre.
Generalmente nuestros focos rojos se encienden cuando los hijos, en especial durante la hermosa etapa de la adolescencia, tienen la confianza para hablar de algo que les molesta; pero ¿y si no les creemos y promovemos un silencio cómplice contra ellos? ¿Y si nuestra autoridad —como ha sucedido con la judicial en muchas ocasiones— se equivoca, ignora su papel y no hacemos lo que nos corresponde? Hay que recordar que la sociedad se mueve con base en reglas y leyes, y lo que se aprende en casa se proyecta afuera: cuando a un hijo se le trata como culpable y no le damos posibilidad de defenderse, el mensaje que damos es que es mejor callar o “solucionar” el problema sin pedir ayuda.
Ante la duda sobre qué hacer si la autoridad erra al momento de razonar y emite un fallo injusto, opino que hay que levantar la voz y denunciar el atropello cuantas veces sea necesario y dejar en claro que es una injusticia, pero sobre todo tener presente que la verdad es importante, está por encima de todo y nos hace libres.
A pesar de la máxima “Quien obedece nunca se equivoca”, que pone en la cuerda floja a la autoridad, ésta es muy importante para mantener orden en las cosas y no hay que tener miedo de ejercerla.
Remate
Tenemos un compromiso con la libertad de las personas a quienes ayudamos a ser cada vez más responsables y autónomas en su camino por ser mejores, superando sus limitaciones personales y ambientales. Ejercer la autoridad es difícil, pero es peor no hacerlo. A veces los padres olvidamos que somos los adultos los educadores y que debemos guiar y mantener el orden con amor, pero también con justicia, formando sobre todo en la verdad; nuestra obligación es educar personas, con firmeza pero más con amor. Es algo necesario.— Mérida, Yucatán.
(artículo publicado en el Diario de Yucatán el 20/11/2007)
Quisiera saber por qué considera usted que la autoridad es necesaria, y como afectaría ella, el libre ejercicio de la libertad..
ResponderBorrarLa autoridad siempre es necesaria sobre todo porque ayuda a ordenar la vida de los niños, sobre todo. Hay que tener mucho cuidado con que esa autoridad no rebase el límite de respeto a la persona sino que siempre sea una guía, una orientación, se trata de educar, no de maltratar. En ese sentido, la autoridad ocupa un lugar especial en el proceso de educación, sobre todo porque ayuda al niño a sentirse seguro y a valorar a quien representa esa autoridad porque representa la ayuda necesaria para crecer. Gracias por tu comentario Anónimo
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