sábado, abril 19, 2008

Frente a la violencia, hay esperanza

Muchas de las historias sobre violencia contra la mujer contadas por las víctimas llegan a ser muy trágicas y desgarradoras. Muchas mujeres que se han logrado rescatar a sí mismas de ese mal y han podido contar su experiencia muestran estragos en el alma y en la psique debido a tanto sufrimiento.
Tal es el caso de Ana, cuyo único “problema” fue amar profundamente, a cambio de violencia psicológica por parte de su pareja. Éste es su testimonio, que puede servir para que muchas mujeres que se identifiquen con ella y su caso entiendan que siempre hay un camino para salir adelante y crecer, empezando por dejar al agresor, pues no están solas:
“No hay razones para explicar lo que llaman amor. Es algo que simplemente sentimos, creemos saber qué es y dejamos que fluya. Existen millones de libros que tratan de enseñar lo que debe ser una relación de pareja, pero simplemente es teoría..., la realidad es muy diferente.
“Es muy difícil aceptar que eres víctima de violencia psicológica. Es más difícil cuando sabes que tienes preparación académica, ambiciones profesionales y de vida, gente que te quiere y que nunca has visto malos ejemplos en tu hogar. En mi caso, el mito de la 'falta de figura paterna' es totalmente falso, pues mi padre siempre ha estado y está para mí.
“Al principio todo fue color de rosa. Estaba segura de que él (la pareja) era la persona con la que por fin me casaría y sería madre, por fin había alguien que comprendía lo que soy y que además lo compartía. Pero conforme pasó el tiempo fue cambiando. Los celos, esos que a todos nos gusta provocar porque en cierta manera creemos que es una muestra de amor, se pueden convertir en un monstruo.
“Todo era mi culpa. Sólo buscaba llamar la atención. Si un hombre se me quedaba viendo, la culpa era sólo mía porque yo lo provocaba. Gritos, reclamos y castigos, como dejarte de hablar y apagar el celular. Lo peor, yo sentía la necesidad de explicarle que todo lo que pensaba no era cierto..., y a buscarlo, llamarlo, a llorar, hasta que él finalmente cedía y aceptaba hablar conmigo.
“Me pedía perdón y yo le creía, y transcurría el tiempo en calma hasta que yo volvía a cometer “otra falta”: no contestar el teléfono a tiempo, decir que quería salir con mis amigas, conocer gente nueva. De repente, todas las amigas eran 'unas cualquiera' y los amigos 'seguro tuvieron algo contigo'.
“Nunca me dijo que yo fuera tonta o que no sirviera para nada, pero siempre sentí que mis opiniones no contaban, mis explicaciones tampoco, porque la única verdad la tenía él. Podía decir que me dolía la cabeza, pero si él consideraba que no era nada, sólo decía: 'Estás exagerando', y me ignoraba. Él me podía juzgar, me podía decir lo que estaba haciendo mal; yo no, porque me castigaba con lo que más me dolía: su silencio.
“Odio sentirme víctima, odio sentir que permití que eso pasara, odio aceptar que toda la gente que estaba a mi alrededor me comentaba que mi carácter había cambiado, que me había vuelto una neurótica, que prefería hacer oídos sordos a lo que me trataban de explicar. 'En cualquier momento, te va a dar un golpe', te dicen, pero te niegas a aceptarlo.
“A ti te van a decir que es tu culpa, que tú lo provocas, que 'sólo contigo me ha pasado esto', pero no es cierto. Tú no causas nada, lo único que quieres es tener una vida normal. Quieres tu vida, tener amigos y amigas como cualquier gente. Quieres no verte en la necesidad de llevarte el celular hasta el baño por si suena para contestar a tiempo, quieres tener la libertad de caminar y voltear a cualquier lado sin escuchar la pregunta: '¿A quién ves?'. Te quieres sentir que vales como mujer, que tu palabra cuenta, quieres paz. Quieres tener la libertad de cambiar de decisión de último momento y no dar mil explicaciones.
“De repente te das cuentas de que sólo vives para que él crea en ti y no se enoje, y ¿quién dice que él no se divierte con otras? ¿Quién te dice que no es él el infiel? Cuidado y lo menciones, porque no eres más que una loca que piensa eso, 'porque seguro haces lo mismo'. Y lo peor, puede resultar que tus sospechas sean verdaderas.
“Hay quien dice '¿por qué te dejas?'. Y la mejor respuesta que puedes dar es: 'No lo sé'.
“No sé por qué lo aguanté, no lo sé; me creía enamorada, llegué a pensar que de verdad era mi culpa. No lo sé. Sabía que no estaba bien y seguí, hasta que se acabó, cuando se tuvo que acabar”.
Hoy esta mujer vive luchando, recuperando con valor el aprecio a sí misma, la admiración a su persona; lo importante es que al caer en la cuenta del problema que enfermaba su alma logró dar el paso decisivo para empezar a ser, para empezar a crecer.

Remate
Ana propone que en lugar de gastar tanto dinero en lugares para apoyar a la mujer víctima de maltrato psicológico, se establezcan lugares para ayudar al hombre que ejerce el maltrato, porque generalmente pensamos que es un problema de machismo, pero en realidad el asunto va más allá. Es hora de que entendamos que el problema no se soluciona con la mujer reconociendo que está en una situación insana sino también con que el hombre acepte que su comportamiento es erróneo,  no siempre es cuestión de machismo, pues está confirmado científicamente que puede ser una enfermedad, que en todas, en absolutamente todas las clases sociales se da, no es cuestión de mujeres  y hombres con escasa preparación; además, agrega, es importante el cambio de actitud en la sociedad, de dejar de ver al hombre agresor como un villano pidiendo que se alejen de él, pues también es necesario proporcionarle ayuda para superar su problema. Ana dice que si alguna mujer con este problema quiere hablar sobre lo que siente, está dispuesta a compartir su experiencia; mi correo electrónico está disponible para contactarla.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com
http://angelaldazg.blogspot.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario