Nada mejor para recordar cómo eramos de niños que hablar con algún pequeño, y si es uno de los pedacitos de nuestra alma mejor. Y nada mejor para volver a ser niños que dejarse envolver por ellos, en su imaginación, en sus juegos, en su forma de hablar, en su filosofía sobre la vida.
Navegar por la creatividad de un niño, aprender de su sabiduría fresca y natural nos recuerda que las personas valen la pena, porque en los niños encontramos al hombre —como raza— en su presencia más pura, más humana.
Por eso confieso que he disfrutado —y lo sigo haciendo— haber hablado con algunos pequeños para resolver algunas dudas sobre la vida, las relaciones humanas, Dios y muchas otras interrogantes difíciles de responder para un adulto.
Comencemos con Abel, un niño cuyos ojos sonríen vivos al mirar a los demás. Apenas tiene siete años y está en primero de primaria. Él platicó conmigo de lo que significa para él ser niño y de lo que quiere para el futuro:
“Mi mamá me dice que cuando uno crece quiere ser niño otra vez, pero yo no creo que a mí me vaya a pasar eso, porque no tengo ganas de crecer. Lo que más me gusta es jugar con mis amigos. De la escuela lo que más me gusta es el recreo, computación y artísticas. Fíjate que cuando era chico le enseñé a mi abuela a usar la computadora”.
En el caso de Lorena, simpática niña de nueve años, cuyo rostro lleno de pequeñas pequitas no oculta su sagacidad ante la pregunta de lo que opina de los adultos en general y del mundo “extraño” de reglas que han creado:
“Me gusta ser niña porque puedo hacer un montón de cosas. Por lo que cuentan mis papás, los niños de antes (o sea nosotros) eran aburridos, llenos de reglas y de cosas que les prohibían. Pienso que los adultos no ven lo que nosotros sí, fíjate: el otro día le dije a mi papá que quería cortar una florecita de la calle, pero me dijo que no y me llamó loca; yo quería cortarla porque como era muy bonita se la quería regalar a él. Me gusta Peter Pan porque siempre es un niño. No quiero crecer, así estoy bien”.
En el caso de Marcos, de siete años, además de ser un aprendiz de mago adelantado, pensar en lo que los políticos hacen le molesta, por eso mejor disfruta de “los chistes del 'Chavo del 8'”:
“Mi personaje favorito es Harry Potter. Me gustaría ser como él porque puede hacer magia, vuela y hace hechizos. Mi abuelita dice que siempre debo respetar a los adultos, porque yo soy chiquito, pero ellos no se respetan. A veces oigo que mi papá habla con mi mamá y le dice algo de gente que se pelea en el gobierno y no sé qué cosas más. Yo mejor juego con los amigos porque nadie se pelea, nos ponemos de acuerdo y es más divertido. Te voy a decir un secreto, pero no se lo digas a mi abuelita: la niña que me gusta es la que sale en 'High School Musical'. Es muy linda, canta y baila muy bien. Cuando sea grande quiero seguir haciendo lo que hago (hoy)”.
Y un niño con quien no podía dejar de platicar: Ángel, un pequeño muy adelantado a su tiempo, que conjuga filosofía con inocencia y niñez con sabiduría. Por supuesto que lo tengo que decir porque me refiero a mi hijo:
Navegar por la creatividad de un niño, aprender de su sabiduría fresca y natural nos recuerda que las personas valen la pena, porque en los niños encontramos al hombre —como raza— en su presencia más pura, más humana.
Por eso confieso que he disfrutado —y lo sigo haciendo— haber hablado con algunos pequeños para resolver algunas dudas sobre la vida, las relaciones humanas, Dios y muchas otras interrogantes difíciles de responder para un adulto.
Comencemos con Abel, un niño cuyos ojos sonríen vivos al mirar a los demás. Apenas tiene siete años y está en primero de primaria. Él platicó conmigo de lo que significa para él ser niño y de lo que quiere para el futuro:
“Mi mamá me dice que cuando uno crece quiere ser niño otra vez, pero yo no creo que a mí me vaya a pasar eso, porque no tengo ganas de crecer. Lo que más me gusta es jugar con mis amigos. De la escuela lo que más me gusta es el recreo, computación y artísticas. Fíjate que cuando era chico le enseñé a mi abuela a usar la computadora”.
En el caso de Lorena, simpática niña de nueve años, cuyo rostro lleno de pequeñas pequitas no oculta su sagacidad ante la pregunta de lo que opina de los adultos en general y del mundo “extraño” de reglas que han creado:
“Me gusta ser niña porque puedo hacer un montón de cosas. Por lo que cuentan mis papás, los niños de antes (o sea nosotros) eran aburridos, llenos de reglas y de cosas que les prohibían. Pienso que los adultos no ven lo que nosotros sí, fíjate: el otro día le dije a mi papá que quería cortar una florecita de la calle, pero me dijo que no y me llamó loca; yo quería cortarla porque como era muy bonita se la quería regalar a él. Me gusta Peter Pan porque siempre es un niño. No quiero crecer, así estoy bien”.
En el caso de Marcos, de siete años, además de ser un aprendiz de mago adelantado, pensar en lo que los políticos hacen le molesta, por eso mejor disfruta de “los chistes del 'Chavo del 8'”:
“Mi personaje favorito es Harry Potter. Me gustaría ser como él porque puede hacer magia, vuela y hace hechizos. Mi abuelita dice que siempre debo respetar a los adultos, porque yo soy chiquito, pero ellos no se respetan. A veces oigo que mi papá habla con mi mamá y le dice algo de gente que se pelea en el gobierno y no sé qué cosas más. Yo mejor juego con los amigos porque nadie se pelea, nos ponemos de acuerdo y es más divertido. Te voy a decir un secreto, pero no se lo digas a mi abuelita: la niña que me gusta es la que sale en 'High School Musical'. Es muy linda, canta y baila muy bien. Cuando sea grande quiero seguir haciendo lo que hago (hoy)”.
Y un niño con quien no podía dejar de platicar: Ángel, un pequeño muy adelantado a su tiempo, que conjuga filosofía con inocencia y niñez con sabiduría. Por supuesto que lo tengo que decir porque me refiero a mi hijo:
- La vida: “No te entendí, mejor dime si vas mi partido y luego me explicas eso que quieres decirme porque no te entendí nada”.
- Ser niño: “Tu mamá me dice que soy igualito a ti cuando eras niño; es cierto, en las fotos que ella tiene estás igualito a mí. Abuelita te recuerda mucho de niño, pero ya creciste... Ser niño es diferente a ser niña, pero ustedes dicen que también soy bonito”.
- Dios: “Está en el cielo, siempre me cuida y ve todo lo que hago”.
- Los adultos: “Mis abuelitos me gustan mucho... Pero también a ti y a mamá los quiero”.
- Lo mejor de la vida: Cuando me abrazan y todos están contentos”.
Remate
Ser niño es una de las mejores etapas en la vida de una persona, pero con el tiempo la olvidamos. Poco a poco los adultos hemos ido considerando a los niños seres íntegros, personas que deben gozar a plenitud sus derechos. Ya lo dijo Freud, la infancia humana, lejos de ser una etapa de aislada calma, es un campo fértil en emociones intensas. ¿Quién puede decir lo que es la niñez? Quizás el “Pequeño Daisy” ilustrado —diccionario compilado por la artista plástica Diana Aisenberg— dé cerca del blanco cuando asegura: “Niño: ser que debe recibir amor, tener aventura y gente que lo quiera”. Algo tan simple y tan enorme que los adultos hemos olvidado.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com
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