Civismo. Conjunto de ideas, sentimientos, actitudes y hábitos que hacen de los individuos y grupos buenos miembros de las sociedades en las que se integran, y, según la Secretaría de Educación, da “las bases de información y orientación sobre los derechos y responsabilidades, relacionados con la condición actual y con la futura actuación ciudadana”.
Valores sociales bien definidos, como la legalidad y el respeto a los derechos humanos fundamentales, la libertad y la responsabilidad personales, la tolerancia y la igualdad de las personas ante las leyes, y en general la democracia como forma de vida son importantes.
Es un hecho que la cuestión cívica no se puede circunscribir a cursos formales o a la enseñanza de contenidos aislados. Hoy, ante tantas “muestras” de personajes de la política, los contenidos cívicos mantienen un carácter meramente declarativo y ejercen escasos efectos sobre la formación académica y ciudadana, antes bien sólo crean confusión.
Una de las grandes dificultades consiste en que a esta materia se le considera un compendio de normas y de leyes, sin ningún referente real. Si de lo que se trata es de hacerse responsables de la cosa pública, ¿cómo se pueden obtener resultados sociales adecuados si niños y jóvenes están inmersos en un torbellino político sin solución? ¿Cómo hacer buenos ciudadanos si las referencias cercanas contradicen los conceptos aprendidos? Hoy todo ha cambiado: quien grita, pega y falta al respeto a la autoridad es un “buen ciudadano”. Quien marcha, exige, bloquea el crecimiento de otros, pisotea los derechos de los demás y a las instituciones no sólo es un “buen ciudadano”, sino “mejor político”. Mandar al diablo a las instituciones, pero comer y aprovecharse de ellas es sinónimo de “caudillo”, de “excelente político” y de “gran patriota”.
Pasar por encima de los ciudadanos en decisiones impropias, inadecuadas y contra el bien común por parte de funcionarios de cualquier nivel ahora da la categoría de “buen mexicano”.
Justamente la premisa de que el buen ejemplo es el mejor maestro se aplica hoy día en México.
Contrario a una verdadera actitud cívica, el mal ejemplo se propaga y cunde no sólo destruyendo la conciencia colectiva ciudadana en nuestro país, sino también causando efectos divisores y destructivos de la sociedad misma.
Hoy, hacer mexicanos conscientes y cívicamente responsables es difícil frente a tanta porquería de quienes debieran ser ejemplo para la nación. Han hecho mucho daño sus manifestaciones sucias y, si no se actúa de una vez por todas contra ellos, el daño al país será más profundo.
Ningún representante de cualquier partido contribuirá a mejorar nuestra condición de país, de nación, en tanto no se cambie esa actitud y se pugne por el bien de México, esa nación que no existe por los políticos, sino por la riqueza y la diversidad de su gente.
Remate
Valores sociales bien definidos, como la legalidad y el respeto a los derechos humanos fundamentales, la libertad y la responsabilidad personales, la tolerancia y la igualdad de las personas ante las leyes, y en general la democracia como forma de vida son importantes.
Es un hecho que la cuestión cívica no se puede circunscribir a cursos formales o a la enseñanza de contenidos aislados. Hoy, ante tantas “muestras” de personajes de la política, los contenidos cívicos mantienen un carácter meramente declarativo y ejercen escasos efectos sobre la formación académica y ciudadana, antes bien sólo crean confusión.
Una de las grandes dificultades consiste en que a esta materia se le considera un compendio de normas y de leyes, sin ningún referente real. Si de lo que se trata es de hacerse responsables de la cosa pública, ¿cómo se pueden obtener resultados sociales adecuados si niños y jóvenes están inmersos en un torbellino político sin solución? ¿Cómo hacer buenos ciudadanos si las referencias cercanas contradicen los conceptos aprendidos? Hoy todo ha cambiado: quien grita, pega y falta al respeto a la autoridad es un “buen ciudadano”. Quien marcha, exige, bloquea el crecimiento de otros, pisotea los derechos de los demás y a las instituciones no sólo es un “buen ciudadano”, sino “mejor político”. Mandar al diablo a las instituciones, pero comer y aprovecharse de ellas es sinónimo de “caudillo”, de “excelente político” y de “gran patriota”.
Pasar por encima de los ciudadanos en decisiones impropias, inadecuadas y contra el bien común por parte de funcionarios de cualquier nivel ahora da la categoría de “buen mexicano”.
Justamente la premisa de que el buen ejemplo es el mejor maestro se aplica hoy día en México.
Contrario a una verdadera actitud cívica, el mal ejemplo se propaga y cunde no sólo destruyendo la conciencia colectiva ciudadana en nuestro país, sino también causando efectos divisores y destructivos de la sociedad misma.
Hoy, hacer mexicanos conscientes y cívicamente responsables es difícil frente a tanta porquería de quienes debieran ser ejemplo para la nación. Han hecho mucho daño sus manifestaciones sucias y, si no se actúa de una vez por todas contra ellos, el daño al país será más profundo.
Ningún representante de cualquier partido contribuirá a mejorar nuestra condición de país, de nación, en tanto no se cambie esa actitud y se pugne por el bien de México, esa nación que no existe por los políticos, sino por la riqueza y la diversidad de su gente.
Remate
A propósito de Civismo y del tema de la discriminación, coincido con los puntos de vista de una amiga que es maestra, sobre el problema de la Luis G. Monzón: “La moda hoy es la diferencia y la pluralidad de personas. Yo a quien responsabilizaría de esto es al sistema y a la sociedad, no a una trabajadora y profesional, pues al fin y al cabo ella es producto de esa sociedad y de la escuela que el sistema educativo ha formado... Artículos como el tuyo nos hacen ver a las maestras como irresponsables y criminales, cuando en verdad hacemos lo que podemos con lo que tenemos, pues el sistema educativo no nos ofrece condiciones humanas para ejercer nuestro trabajo de educar y transformar a la sociedad; en Mérida, hoy por hoy, existe un enfrentamiento entre las personas, en particular entre los padres de familia y las maestras”. Mis respetos y admiración para las maestras por su labor y aclaro que de ninguna manera creo que sean irresponsables y criminales. Vale reflexionar esto después.— Mérida, Yucatán.
aaldaz@dy.sureste.com
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