La vorágine del mundo nos come todos los días, nos absorbe sin compasión. ¿Que la modernidad nos ha transformado? Pero claro que sí. Sin embargo, es un hecho que no por eso dejamos de ser quienes somos. Ahora bien, la persona se construye todos los días.
Por ser un ente maravilloso y complejo, el ser humano está conformado de muchos aspectos, desde lo meramente humano, como los sentimientos, las necesidades físicas, psicológicas y de afecto, hasta los ámbitos en que se desenvuelve, éxitos y fracasos, en lo que cree, las convicciones, los vicios y los valores, en fin... no se le puede entender sin analizar el todo que lo compone.
A diario, con todas las experiencias que se tienen y aprenden, la persona se recompone y reconstruye, lo que hace a la naturaleza humana aún más maravillosa.
Por todo esto es que no entiendo cómo a veces siendo una maravilla natural el ser humano puede mostrar tanta imperfección. Y me refiero al simple hecho de que, como dice, Thomas Hobbes, "El hombre es el lobo del hombre", no hay enemigo más fino que alguien de tu misma naturaleza.
Estas convicciones que llevo conmigo por años a veces se ven empañadas cuando observo a alguien en afán violento contra otra persona. ¿Pueden las frustraciones mover a atentar contra la integridad, contra el valor más importante, la vida, de otra persona? No, aunque la realidad demuestre que el ser humano ya rebasó sus propios límites para atentar contra sí mismo.
No lo sé, pero vivir es una cuestión de certeza; vivir es sólo una parte de lo que nos corresponde hacer como personas. Dar y ser copartícipe de la construcción de los demás es algo que no se puede sustituir con nada.
Aún creo y admiro al ser humano, ese ente complejo y único en el que sé que también me incluyo, pues al fin y al cabo, ¿qué tendría de interesante nuestra naturaleza si no fuéramos tan contradictorios?