jueves, diciembre 18, 2008

Siempre es tiempo de agradecer y acompañar

La verdad es que hay realidades que deprimen tan sólo con tener contacto con ellas. Ver cómo las nuevas generaciones reaccionan ante ciertas circunstancias es impresionante y alentador, pues se descubre cómo poco a poco gana terreno en ellos la sensibilidad en lugar de la indiferencia.
Pues eso precisamente sucedió hace unos días con una visita que unos adolescentes de secundaria y preparatoria hicieron a un asilo de ancianos para llevar despensas y unas horas de diversión y distracción a los inquilinos del lugar.
Al principio, imagínense, enfrentarse con la dura realidad del abandono de los familiares a los viejitos y viejitas que ahí viven y en algunos casos particulares el deterioro que ya manifiestan algunos de ellos (de los viejitos)..., para ellos fue deprimente. Incluso hubo quienes sintieron temor de acercarse, se sintieron deprimidos de golpe y porrazo.
Sin embargo, descubrir cómo los ancianos se abrían a ellos y se mostraban muy muy felices por su presencia de pronto los situó en una realidad de sensibilidad tal, que incluso algunos se sentaron a platicar con uno y otro, con tal de quizás abrir una ventana de esperanza contra toda la carga de insensibilidad a la que nos han acostumbrado los medios de comunicación y, ¿por qué no reconocerlo?, la familia misma.
Finalmente la actividad fue todo un éxito y una experiencia que los jóvenes incluso quieren repetir durante el año, pero veremos cuán verdadera es la intención, porque muchas veces la sensibilidad se queda cuando las puertas de lugares como el que visitaron se cierran al concluir la actividad.
Por lo menos una cosa es cierta: los viejitos disfrutaron, agradecieron y pidieron que los tomen en cuenta más seguido. En este caso el mensaje es muy certero y claro: debemos estar cerca de quienes de verdad necesitan un amigo, alguien que se interese en sus cosas y no esperar a la cercanía de festividades que literalmente nos empujan, muchas veces incluso como obligación, a hacer obras de caridad, pero sin ningún sentido.
Remate
Aunque usted no lo crea, nuestra presencia (la sola presencia) puede hacer mucho bien a los demás. Muchas veces eso mismo que hacemos de ser ingratos con los ancianos lo hacemos de manera cotidiana también con la familia, con los amigos. La gratitud es algo que no debemos olvidar nunca, sobre todo porque es algo que nos debemos a nosotros mismos porque gracias a muchas personas somos quienes somos. Es algo que ya deberíamos tener como una práctica normal y nunca olvidar que es bueno agradecer siempre, porque no estamos seguros cuándo nuestras oportunidades se acabarán ni cuándo el tiempo se detendrá para nosotros o para quienes queremos mucho.- Mérida, Yucatán.

martes, diciembre 16, 2008

¡Santa Claus no lo sabía!

Y qué creen, la Navidad ya nos invade poco a poco, como sentimiento, como época, como ambiente, como festividad... es algo que simplemente nos rebasa y nos llena.
Amén de todas las cosas malas que a diario escuchamos, ahí está: la Natividad nos espera para tomarnos y envolvernos con su manto de alegría y sentimientos de paz.
A veces me doy tiempo para hacer en internet lo que muchas veces hacemos con la tele: "zapear", es decir brincar y "navegar" de un lado a otro, de una página a otra para leer, aprender y acercarme a los sentimientos de otras personas en el mundo con quienes puedo comulgar.
Y gracias a ese "zapeo" encontré una historia, "¡Santa Claus no lo sabía!", escrita por Héctor Ugalde. No digamos que es un cuento de Navidad "normal" y con un final feliz, por el contrario tiene un final muy cruel, pero contiene una cruda lección que nos puede servir a los adultos, sobre todo a todos aquellos que muchas veces no quieren entender y simplemente amar a los niños y aprender de ellos. Me tomo la libertad, y creo que Héctor Ugalde entenderá, de transcribir esta "historia navideña". Lo importante es la lección, hay que leer profundamente, pues de eso se trata el espíritu navideño, de aprender, de amar, de llorar y de crecer, pero siempre juntos.
* * *
¡Santa Claus no lo sabía!
"No debimos haberlo hecho".
Luis, de ocho años, se restregaba inquieto las manos, mientras esperaba la respuesta de su amigo. Ricardo, dos meses menor pero 10 centímetros mayor, dejó de jugar con el mecano y volteó a ver a su mejor amigo.
Contestó: "¿Por qué no?"
"Santa Claus nos va a acusar y todos se van a enojar mucho".
"No te preocupes, no lo sabe.
"¿Cómo no va a saberlo? Si Santa Claus lo sabe todo".
"No te preocupes. No sabe que lo hicimos".
"¿Cómo sabes que Santa Claus no lo sabe?".
Ricardo, desesperado por la insistencia de Luis, replicó: "¡Porque yo sé más que Santa Claus!".
La respuesta de Ricardo no convenció mucho a Luis, pero ya no siguió insistiendo.
Caminando de regreso a su casa, Ricardo no comprendía la preocupación de su amigo. A Ricardo no le importaba que Santa Claus este año tampoco le volviera a traer nada, ¡la idea de hacer estallar con un cohete el buzón del director de la escuela había sido fantástica! ¡Cómo había volado el Buzón! ¡Cómo había sonado la explosión! ¡Cómo...!
En ese momento apareció una ardilla en la banqueta y Ricardo, corriendo tras de ella, se olvidó del asunto.
María estaba preocupada. Se acercaba la Navidad y los niños se ponían más nerviosos, cometían más errores y prestaban menos atención a las clases. Pero lo más importante de todo: se ponían tristes, en vez de alegrarse con la llegada de la Navidad.
Desde que había llegado como maestra hace cuatro años y le habían explicado la costumbre que tenían de que alguien se disfrazara de Santa Claus para leer ante todos la lista de fechorías que los niños del pueblo hacían para castigar a los niños malos y convertirlos en niños buenos, la idea del Santa Claus regañón no le gustaba.
María suspiró. Lo que para ellos eran fechorías, para María eran simple travesuras. Para ella no había niños malos ni niños buenos, sólo niños tranquilos, niños inquietos que no podían contener el bullicio de la vida que tenían dentro.
Allí estaba el caso de Ricardo y Mauricio: los niños rebeldes y traviesos del pueblo, o el de Luis, muchacho tímido y sensible que lloraba cuando se hablaba de Santa Claus.
María no creía que eso fuera bueno para los niños, pero todas sus tentativas de acabar con esa "nueva" tradición habían sido infructuosas.
Ricardo comenzó a inquietarse por su amigo Luis, lo veía cada vez más triste y callado.
"¿Qué te pasa?".
"Nada".
"¿Cómo que nada? ¿Qué pasa?".
"¡Te dije que nada!".
"Somos amigos, así que me tienes que decir qué te pasa".
"Nada, el próximo lunes es Navidad".
"¿Y?"
"¡Y Santa Claus les va a decir a todos que soy un niño muy malo y mis papás ya no me van a querer!".
"No. Te aseguro que Santa Claus no lo sabe y te lo voy a demostrar. ¡Te lo prometo!".
Ricardo no sabía cómo, pero tenía que encontrar pruebas de que Santa Claus no sabía que ellos habían sido los del "Buzón cohete".
¡No podía tener ojos en todos lados! ¡No podía saberlo todo! Si así fuera, hace dos años Santa Claus lo habría regañado por lo de la miel derramada en el interior de los pantalones de deportes. Creyeron que había sido Abelardo, ese niño raro que expulsaron y se fue a una escuela en la ciudad. Y no le hubiera dado regalos, bueno, el pequeño regalo que le dio. ¡Ni eso le hubiera dado!
Pero Ricardo pensaba y pensaba, y no se le ocurría cómo cumplir su promesa. Hasta que llegó el 24 de diciembre y decidió resolver el asunto de una manera directa: ¡enfrentaría a Santa Claus cara a cara!
Ricardo se situó en un lugar estratégico, una calle por la que a fuerza tenía que pasar Santa Claus cuando se dirigiera al kiosco donde cada domingo tocaba la banda del pueblo, pero cada 24 de diciembre el show lo daba el gordo Santa Claus.
Cuando la figura de Santa Claus apareció caminando por la estrecha calle, Ricardo corrió y se interpuso en su camino. Santa Claus trastabilló y se paró en seco.
"¿Qué quieres, mocoso?"
"Preguntarte algo".
"¿Qué cosa?".
"Quiero preguntarte si sabes quién puso cohetes en el buzón del director".
Santa Claus se quedó un rato extrañado por la pregunta. Después dirigió una mirada furiosa a Ricardo.
"¡Así que fuiste tú, chamaco endiablado! ¡Me lo suponía, pero no estaba seguro! Podría haber sido Mauricio, ese otro monstruo enano que me saca canas verdes".
¡No lo sabía! Santa Claus ahora sabía que él había sido, pero no importaba, de todos modos por lo de la bicicleta sin frenos no iba a tocarle regalos. ¡Lo importante era que Santa Claus no sabía que Luis le había ayudado!
El niño se sonrió y se fue corriendo, dejando al Santa Claus haciendo un berrinche navideño.
Ricardo entró corriendo a la casa de Luis. ¡Tenía que darle la noticia!
Subió las escaleras de dos en dos y entró apresuradamente en la recámara de su amigo. El cuerpo de Luis colgaba del techo, balanceándose sin vida. Una opresión se formó en su pecho y sintió que se ahogaba.
Corrió escaleras abajo, tropezó con el papá de Luis y salió a la calle a tomar aire. Lo único que rondaba en su cabeza era ¿por qué?, ¿por qué?
Seguía sintiendo un nudo en el estomágo y para soltarlo, para liberarlo, comenzó a gritar a media calle: "¡No lo sabía! ¡No lo sabía! ¡Santa Claus no lo sabía!".
Mérida, Yucatán.

miércoles, diciembre 10, 2008

De lo más bajo del ser humano, la agresión

La agresión no es una forma de expresión humana. Si algo da tristeza y coraje es conocer cómo la violencia y la agresión se aprovecha de víctimas vulnerables, de personas realmente buenas.
De la cosecha que los agresores han hecho últimamente tenemos entre las víctimas a niños, mujeres, gente buena que no tiene por qué pagar las consecuencias de esta enfermedad del alma.
Y entre todo esto, siento una profunda tristeza por la salvaje agresión que recibió un amigo sacerdote, el padre Fernando Cervera Milán, al grado tal que lo inevitable puede llegar en cualquier momento, pues el último diagnóstico médico indica que ya tiene muerte cerebral.
¿Qué lleva al ser humano a tan drásticas acciones que ofenden y dañan a todos? No lo sé y en esta ocasión no puedo escribir, el coraje y la impotencia me impiden pensar con serenidad...
Elevo una oración por el amigo que hoy nos da una dura lección ante la cercanía de la muerte y lamento mucho las circunstancias en las que esta tragedia se dio.— Mérida, Yucatán.
aaldazg@gmail.com http://angelaldazg.blogspot.com/ http://www.poderato.com/CronicasFM

lunes, diciembre 08, 2008

El ayer, una vez más...



Lo prometido es deuda: para quienes disfrutan de la bellísima época musical de los 70 y 80, aquí les dejo una pareja de hermanos que hizo historia y nos dejó un excelente repertorio de canciones para disfrutar: The Carpenters. Esta canción en especial, "Yesterday once more", fue como un himno en una época donde el romanticismo golpeaba a las jóvenes generaciones del momento... ¡Ah!, y para disfrutarla mejor, este vídeo en especial tiene la letra al estilo karaoke, por si también la quieren cantar. ¡Que la disfruten mucho!

¡El ser humano no ha muerto!

“Yo creo en el ser humano, creo en una sociedad más justa y que los sueños se pueden hacer realidad. Creo que hay muchos líderes jóvenes y de mediana edad que están dispuestos a seguir con esta bandera”, afirmó Luis Mella Gajardo, candidato a alcalde de Quillota, en Chile. Valiente afirmación en medio de un mundo en el que la violencia y la insensibilidad del mismo ser humano nos obliga a no creer en nadie, a desconfiar de todos, a cuidar la seguridad personal y la de quienes nos rodean.
En términos generales, la verdad es que el ser humano ha dejado de creer en el ser humano mismo y, como en muchas ocasiones hemos afirmado, se ha vuelto insensible, deshumanizado, porque perdió la fe en sí mismo.
Nietzsche dice que es muy erróneo clasificar las cosas por buenas y malas como a los elementos de la naturaleza por sexos. Hay cosas por encima del bien y del mal, como el amor, y, por lo tanto, ahí está el hombre.
De ahí que una de las emociones naturales del ser humano sea el temor o el miedo.
Vivimos constantemente con miedo porque simplemente la razón del miedo es una reacción para mantenermos a salvo de los peligros, es una emoción que sirve como medio de defensa; por ejemplo, si vemos un animal salvaje sentimos temor, lo que nos permite huir a salvo del peligro.
En este análisis, es posible que el ser humano sienta temor de sí mismo de manera natural, ha perdido la confianza en sí mismo, ha permitido que las bases de la sinrazón lo alcancen y acepta sus consecuencias sin aprender, sin luchar para salir adelante y conquistarse de nuevo para confiar, para sentirse feliz consigo mismo.
Y el mejor ejemplo de la confianza en el ser humano está en los niños. Son los grandes maestros de la vida que nos recuerdan a los adultos que no importan nuestras circunstancias personales, no importan los problemas ni los obstáculos, cualquiera que sea el tamaño de éstos, pues ellos siempre confían y aman; primero caminan y luego corren; siempre creen para aprender a hablar y a besar, porque para ellos la vida es un constante aprendizaje, una nueva experiencia que se agrega para madurar, para nunca dejar de admirar.
Muchos psicólogos opinan que muchas veces el solo hecho de “pensar” en el temor es suficiente para sentirlo.
Yo quiero hacer mías las palabras de Luis Mella cuando dice: “Yo creo en el ser humano”, porque realmente tengo fe en él, porque sé que en el fondo tiene esa capacidad de supervivencia, la cual lo mueve a proteger al débil y a defender a quien necesita apoyo.
Dentro de todo lo negativo que nos rodea, he tenido la experiencia de la humanidad tocando a la puerta de alguna persona, lo he visto, sentido y vivido.
Estoy seguro de que no todo está perdido: ¡el ser humano está vivo, hoy más que nunca! Y no es una idea fatalista ni falsa como la muerte de Dios que Nietzsche afirma. No, el ser humano vive, sólo hay que despertarlo para que se sacuda de ese letargo de flojera y de indiferencia que carga... Confío en que todos juntos podemos emprender la aventura de encontrarlo en nosotros mismos y confiar, pues es la parte más excitante de creer porque nos da alas para ser plenos y madurar como especie humana.

Remate
Es claro que la crisis económica que hoy vivimos se debe al egoísmo del ser humano. La codicia, la avaricia, la corrupción, el egoísmo y la ambición se convierten en la base de la “religión” de muchas personas, son la razón de su fe, creen en ello y no en sí mismos y en los demás. En realidad superar la crisis depende de cada uno. Si fuésemos cada día menos egoístas y más solidarios con los que menos tienen, si actuáramos con responsabilidad, si hiciésemos a los demás lo que queremos que nos hagan a nosotros, entonces todos viviríamos mejor y no tendríamos que sufrir por culpa de una economía que, al fin y al cabo, los seres humanos hemos inventado y hecho muy compleja. Insisto: creo que sí podemos, que somos capaces de superar todo. Al ser humano lo he visto ser, porque en los peores momentos se muestra verdaderamente por encima de sí mismo y entonces nos sorprende por su misma naturaleza humana.— Mérida, Yucatán.

sábado, diciembre 06, 2008

¿Explotar o vivir feliz?, esa es la cuestión...

En su mirada se siente el odio, la rabia contenida que asusta. "¡Coño, no quiero hablar más de eso!", grita, y decidido se levanta de la silla y avanza hacia la puerta.
Antes de llegar se da la vuelta y dice, como queriendo enfrentar el asunto: "La verdad no me siento bien cuando hablo de mis problemas, no es contra ustedes, sino contra mí mismo", y dicho esto sale de la habitación.
Al parecer la rabia y la intolerancia que Miguel siente obedecen a que nunca aprendió a manejar sus frustraciones; él no acepta que los problemas se puedan resolver de manera inteligente, pacífica y mejor, o al menos no sabe cómo hacerlo. Es una situación a la que muchos nos enfrentamos a diario en nosotros mismos o cuando nos encontramos con alguien que tiene cualquier tipo de problemas y no sabe cómo resolverlos.
¿Y sabe qué? Toda la molestia de este hombre fue porque un amigo le preguntó cómo iba su matrimonio, nada más.
¡Cuántas veces mostramos intolerancia y estallamos ante nuestras frustraciones! Ser paciente y resolver los problemas, los que se pueden solucionar, sin complicar las cosas no siempre es fácil, pero depende de que uno ponga de su parte y dé los pasos necesarios para lograrlo.
Hace unos días me platicaba una persona que conoce a alguien muy "explosivo": ante cualquier atisbo de frustración o cuando no sabe qué hacer, termina con gritos, golpeando las manos en las paredes y en cuanto mueble encuentre a su paso en su huida del lugar.
Y vaya que a todos nos ha tocado alguna vez perder la cabeza y/o poner un punto final a todo con un grito o a manotazos. Lo importante es ser conscientes de que las soluciones se dan en la medida en que manejemos nuestra inteligencia y, con base en el diálogo y la buena disposición, tengamos la voluntad para encontrar la mejor respuesta a nuestros problemas, a nuestras angustias.
Es un ejercicio constante que como reto todos deberíamos asumir; estoy seguro de que nos evitaríamos toda clase de problemas, en cualquier ambiente y en cualquier ámbito de nuestra vida.
Remate
Es definitivo, las lecciones vienen solas. Hoy tuve la oportunidad de platicar con Daniella, voluntaria del grupo "Alas al vuelo", quien me dijo que en lo que se refiere a los niños maltratados y abandonados que están en casas hogar lo importante es creer en ellos, porque ella aún cree en las personas y está segura de que en el fondo el corazón nos mueve, nos motiva a ser precisamente muy humanos y a arropar a quien lo necesita, eso, claro, con sus muy contadas excepciones, que no por eso se les puede llamar "malos". Sí, creer siempre en el ser humano, en las personas, nos abre enormes puertas de esperanza que nos empujan a ser mejores cada día y a hacer mucho más llevadera la vida de quienes no han tenido las oportunidades que nos tocó vivir a nosotros. Gracias, Daniella.— Mérida, Yucatán.

viernes, diciembre 05, 2008

Derechos humanos sin seres humanos, ¡cómo!

La historia reciente incluye graves violaciones a los derechos humanos. Es un asunto que no es obligación exclusiva atender de los diferentes organismos, gubernamentales o civiles.
En todo el mundo los casos de violaciones a los derechos humanos se dan por montones; lo grave del asunto es que esto sucede en nuestro entorno, incluso a nuestro lado, pero no somos capaces de mover un dedo para defender y prevenir cualquier abuso.
Y digo esto porque hace unos días, al volver del trabajo, me encontré caminando en las calles a 12 niñas vestidas con el traje típico de Oaxaca; eran las 10:15 de la noche y andaban sin zapatos, apenas con la ropa que traían puesta, y la que vendían en las manos, caminando bajo el frío que nos ha tocado en estos días; ningún adulto iba con ellas… calculo que tendrían entre 10 y 12 años, pero no más.
Y nadie, ni los visitantes nacionales y extranjeros, ni la gente que iba a pie, ni los conductores que por ahí avanzaban —y me incluyo— ni los policías que por ahí esperaban en las esquinas (estoy seguro de que no hacen nada más que eso, esperar, porque ni educan a la gente para el uso correcto de los semáforos peatonales ni ayudan a que el tránsito de vehículos sea más fluido) se atrevió a acercarse a ellas y preguntarles qué hacían a esa hora solas, sin zapatos y vendiendo. Incluso me pareció ver a una de ellas estornudando y con el rostro enrojecido quizás por alguna especie de alergia o catarro que tenía.
Cuando Juan Pablo II afirmó que la humanidad se deshumaniza no estaba inventando ni haciendo atractivo su discurso. El ser humano se ha vuelto muy insensible, al grado tal que puede haber un problema cerca de alguien y nadie actúa porque prefiere evitar un enfrentamiento, cargar con culpas ajenas pues.
Lo cierto es que es muy doloroso darse cuenta cómo ante tanta violencia que a diario nos llega a través de los medios de comunicación, en especial los electrónicos, lo que sucede a nuestro alrededor se pierde, ya no interesa, ya no se valora en su justa dimensión para hacer lo que como seres humanos nos corresponde.
Y es que en esto de los derechos humanos los problemas que vemos obligan, nos obligan a todos, sociedad, gobierno, religión, organismos de todo tipo, a actuar en consecuencia y luchar por el debido respeto de las personas, no importa edad, posición social, situación física, preferencias, todos merecen nuestra lucha por el solo hecho de ser personas.
Contrario a lo que pensamos, a diario nos encontramos con pequeños detalles que deberían prender los focos de alerta, pero simplemente no sucede nada, no nos mueve nada. Y entonces en todo momento nos enfrentamos al narcotráfico, a nuestros gobiernos, a la corrupción, a las mentiras, las apariencias, los abusos, la desigualdad, la guerra, la pornografía, la pederastia, al vecino que golpea a la esposa y a los hijos, que viola, que le valen los que viven a su alrededor, al conductor que reta, insulta, agrede, al alumno que se enfrenta a sus compañeros, que reta a sus maestros, que amenaza, en fin, la lista es interminable, todo nos vale, no hacemos nada, todo “para no meterme en problemas con nadie”.

Derechos humanos, un término que suena hueco cuando nos damos cuenta de que la realidad demuestra que tales derechos no existen, porque nadie lucha por ellos; es más, ni los organismos llamados autónomos asumen su papel obligado porque mejor se ocupan por lo que la política les podría ofrecer o por lo que en el mismo ámbito podrían lograr.
¿Será posible humanizarse? ¿Qué nos falta para alcanzar la excelencia como personas? Es algo que debemos pensar en serio y actuar, sobre todo por quienes vienen atrás empujando y por los que llegarán; por nuestro propio bien y para que luego no nos alcancen nuestras propias acciones, porque el golpe puede ser muy duro.

Remate
Empiezan las fiestas por todas partes, ya se respira el ambiente navideño. En muchas partes se escucha la música que nos envuelve con temas que nos ubican en el tiempo que estamos a punto de vivir. Junto con esta “preparación” nos llega la mercadotecnia que permitimos que nos envuelva y nos venza. Ofrecimientos de todo tipo para gastar, ninguno habla de dar la persona, de visitar al desvalido, de acercarse al necesitado, sea el padre, la madre o cualquier pariente, amigo o desconocido olvidados. Vale ésta como una oportunidad para empezar a humanizarnos, ese tema tan recurrente que nos golpea constantemente para gritarnos que nos estamos perdiendo como seres humanos. El fondo de todo no radica en cuánto das a los demás, sino en cuánto te das a todos, en especial a quienes te necesitan. Podemos empezar ya, es urgente y necesario.— Mérida, Yucatán.
aaldazg@gmail.com http://angelaldazg.blogspot.com/ http://www.poderato.com/CronicasFM

martes, diciembre 02, 2008

Estos cuatro minutos son para levantarse


Y para no perder de vista que la música siempre puede hacer milagros en cualquiera, aquí está Tracy Chapman con una canción estupenda llamada "Fast car". Personalmente puedo decir que hoy me levantó mucho el ánimo que ya andaba caído; vale la pena compartir este vídeo y procuren darse esos 4:25 minutos que dura esta canción para reflexionar y recargar pilas. Arrancamos un nuevo bloque de escritos en este sitio que, gracias a sus visitas, se mantiene alimentado con experiencias todos los días. Gracias de nuevo.